Por Eduardo Ibarra
En el anterior artículo sobre la devaluación[1] se trató de demostrar aquello que subyace en la cotización de la moneda nacional frente al dólar como moneda internacional, que si bien en el caso de Argentina tiene una característica particular con respecto a otras conductas de los actores financieros internos de otros países, es en definitiva la competencia entre las distintas fracciones de la burguesía nacional y/o extranjera por la apropiación del valor que crean las masas de trabajadores de un determinado país, la que determina el sentido de la disputa cambiaria financiera.
Esto es fundamentalmente cierto en lo que concierne al núcleo del sistema capitalista y desde donde se reproduce el capital como relación social de producción tanto económica como cultural/ideológica, no como determinante sino como movimiento dialéctico entre los distintos aspectos de la realidad. Por lo cual este único abordaje no puede darnos una respuesta total a la complejidad en la cual estamos insertos, ni entender como el sistema se manifiesta en cada momento histórico, ni como se produce la acumulación de capital, ni mucho menos comprender cómo se comportan las distintas fracciones de la burguesía a nivel mundial.
Por eso hay que entender que el ámbito internacional frente al nacional implica otras variables con características particulares.
Enfoques desde América Latina
Los dependentistas
Durante la segunda mitad del siglo 20 la teoría de la dependencia fue la que primó en el pensamiento latinoamericano de algunas izquierdas y en algunos nacionalismos populistas, que, sintéticamente, entendían al imperialismo yanqui como saqueador de nuestras regiones al sustraer materias primas para sus avanzadas industrias y así intercambiar en forma desigual esos productos primarios (agrícola ganaderos)con productos elaborados (tecnológicos industriales), lo cual implicó que no se pensara en las luchas de clases sino en la autonomía de Estados nacionales dependientes frente al dominio de la potencia del norte.
Uno de los pilares teóricos de la dependencia fue el libro de Cardoso y Faletto, en el que se sostenía:
La dependencia de la situación de subdesarrollo implica socialmente una forma de dominación que se manifiesta por una serie de características en el modo de actuación y en la orientación de los grupos que en el sistema económico aparecen como productores o como consumidores. Esta situación supones en los casos extremos que afecta a la producción o al consumo de una economía dada se toman en función de la dinámica y de los intereses de las economías desarrolladas[i].
Si bien la Revolución cubana rompió con esa lógica, los representantes de la socialdemocracia latinoamericana continuaron sosteniendo sus proyectos políticos en clave del desarrollo por un capitalismo nacional. El APRA de Haya de la Torre en Perú, el peronismo en Argentina o Vargas en Brasil, y hasta los partidos de la pequeña burguesía como la UCR o algunas dictaduras, bregaron por el famoso desarrollo industrial con su respectiva sustitución de importaciones.
…
Para que tales estímulos o mecanismos de defensa de la economía subdesarrollada pueden constituir el comienzo de un proceso de industrialización que reestructure el sistema económico y social, es necesario que se hayan producido en el mismo mercado internacional transformaciones o condiciones que favorezcan el desarrollo, pero es decisivo que el juego político-social en los países en vías de desarrollo contenga en su dinámica elementos favorables a la obtención de grados más amplios de autonomía.[ii]
Así el desarrollo industrial implicaría el fomento del mercado interno y con ello mejoras en la calidad de vida de las clases trabajadores, posibilitado por una balanza comercial externa más favorable y una producción destinada hacia adentro y no hacia lo externo; ósea, la disyuntiva sería una burguesía industrial nacional contra una oligarquía agrícola exportadora, por lo cual la centralidad estaría puesta en una burguesía como actor político frente al imperialismo.
Lo significativo desde el punto de vista de las formas de dominación está dado porque en el caso de los países con economía de enclave la estructura de dominio manifiesta en forma más directa la subordinación política de los sectores obreros y campesinos respecto a los grupos dominantes. En cambio, en los países con predominio de productores nacionales, si bien es cierto que la dominación es a la vez política y económica, gana relieve la relación económica. En la estructura de dominio de las situaciones de enclave la relación política; de esta manera los grupos dominantes nacionales se vinculan a la empresa extranjera màs como clase políticamente dominantes que como “sector empresario”
… la misma debilidad económica de los grupos nacionales de poder los obliga a mantener una forma de dominación más excluyente…[iii]
Si bien la creación de valor (agregado, para la economía burguesa) fue siempre una necesidad constante en las corrientes de la dependencia, su eje giró en torno a la desigualdad de intercambio entre los bienes de los países periféricos y los centrales. Por lo cual las políticas a implementar por estas corrientes apuntaron a generar una superioridad o paridad entre los valores de cambio de los países periféricos frente a los centrales, lo cual fue tajantemente criticado por Marx, tanto en los Grundrisse como en el Capital, por ser el ámbito de la realización del valor creado en la producción de mercancías como valor de uso, pero que en la esfera del intercambio no crea ningún tipo de valor en los productos. [2]
Dentro del ámbito político, los Partidos Comunistas encolumnados en el marxismo dogmático de manuales stalinistas, caracterizó a América Latina como un sistema atrasado feudal cuya superación sería la etapa democrática burguesa, para después sí pasar a la verdadera lucha por el socialismo.
Los anti dependencia
Desde otros sectores de la izquierda marxista, con una lectura económisista, se esgrimieron argumentos en contra de la teoría de la dependencia, aduciendo que la relación entre las distintas burguesías, tanto del tercer mundo como de los países desarrollados, guardaban las mismas reglas de competencias inter burguesas frente a la producción mercancías por parte de los trabajadores. Por lo cual la burguesía de los países industrializados podía apropiarse de más valor, ya que sus productos tenían mayor composición orgánica de capital constante (tecnología, máquinas, etc) frente a una burguesía con menores recursos, pero con mayor explotación de mano de obra(más valor).
Esto implicaba que: por un lado, las burguesías latino americanas necesitaban explotar más al obrero en forma extensiva (plusvalía absoluta), por no tener desarrollo tecnológico que les permitiera producir más en menor tiempo. Y por el otro lado, necesitaban generar más cantidad para adquirir las mercancías que producían los países industriales. Como resultado de este intercambio desigual de valores el capitalismo avanzado podía pagar mayores salarios y dar mayor bienestar a sus obreros al aumentar el porcentaje de explotación por tiempo de producción socialmente necesario, al tiempo que recibían un mayor ingreso de bienes transables externos a menores costos, por lo cual lograban abaratar los precios de los productos consumidos por toda la sociedad.
En este sentido se criticaba a la teoría de la dependencia porque:
La distribución de plusvalor entre ramas es un fenómeno natural en el sistema capitalista, que da lugar a la igualación de la tasa de ganancia y a los precios de producción, que rigen los precios de mercado. [iv]
Cuando aparecen productos nuevos que ganan aceptación y gozan de alta demanda, se registran altas tasas de crecimiento en las ramas que los producen. Esto sucedió y sigue sucediendo, y es un fenómeno que han registrado de forma acabada los schumpeterianos. La rama innovadora experimenta un alto dinamismo, hasta que el producto alcanza madurez y se estabiliza.[v]
Claramente fue un análisis abstracto que hicieron estos sectores de la izquierda, al pensar las relaciones en el plano internacional como un mercado de competencia perfecta, sin ningún tipo de “interferencia” de los Estados, no teniendo en cuenta que las organizaciones políticas se constituyen, históricamente, en procesos de luchas de clases y fracciones.
Desconocerían, así, todas las luchas de las clases subalternas con capacidad de forjar o torcer el rumbo de las políticas globales, aún dentro del propio sistema capitalista.
En conclusión y resumiendo, mientras los primeros vieron solo organizaciones político estatales que se mueven como unidades homogéneas determinadas por la capacidad estructural, que pueden imponer sus intereses de acuerdo al desarrollo endógeno con un fuerte anclaje en el juego político, los segundos entendieron al ámbito internacional como un gran mercado de libre (o cuasi libre) competencia que lleva a la creación de monopolios, de acuerdo a la característica y capacidad de cada burguesía. Dentro de este grupo los sectores troskistas cayeron en el dogma de replicar al Marx del “Capital” como fórmula infalible todo terreno, desconociendo al Lenin en sus escritos post 1917, por estar impregnados de política frente a un supuesto verdadero análisis económico de las Relaciones Internacionales.
Como bien menciona el más grande de los pensadores marxistas de la Argentina, Enrique Dussel :
Tienen Razón los antidependentistas en indicar que la cuestión centro-periferia mundial no elimina la cuestión capital-trabajo nacional (o mundial); pero no tienen razón al no comprender que la contradicción centro- periferia capitalista tiene la mayor importancia en dos sentidos. En primer lugar, para mostrar que la pobreza de los países periféricos – subdesarrollados es producto de una explotación y que no podrán nunca en el sistema capitalista desarrollarse relativamente.
… La imposibilidad capitalista de nuestro desarrollo puede demostrarse desde la “cuestión de la dependencia”. Y, en segundo lugar, que la lucha de la liberación es nacional en la periferia – subdesarrollada. La mediación nacional (capital global nacional periférico subdesarrollado) es fundamental para la lucha política: se puede, en ciertos momentos, realizar una alianza nacional de liberación, lo que no niega, sino exige, una hegemonía campesina – obrera y pequeñoburguesa revolucionaria.
Negar la “cuestión de la dependencia” en nombre de la contradicción capital – trabajo, y situar dicha contradicción en el seno del capital global mundial directamente, es un error teórico y práctico[vi].
Dussel introduce un tema importante desde el otro aspecto de nuestro análisis, que es la cuestión del sujeto revolucionario en nuestra América, y en todos los países periféricos. Como bien destaca, si el análisis de la situación de nuestra región es analizada y teorizada conforme a una disputa entre actores estatales por el desequilibrio entre el intercambio de mercancías, en la acción política la propuesta sería enfocada a la construcción de un capitalismo “maduro” a imagen y semejanza de las potencias mundiales. Lo cual implicaría el surgimiento de una burguesía nacional como vanguardia de la independencia. Si, por otro lado, se caracteriza a la relación centro – periferia como una “simple” competencia de mercado entre burguesías, la construcción política sería en función de un proletariado ficticio anclado en el siglo 19, descripto por Marx en su realidad histórica y geográfica. [3]
Cabe preguntarse, si para unos la dependencia es más política e ideológica que social, ¿Qué rol ha cumplido “nuestra” burguesía nacional?, y si para los otros solo se trata de competencias entre burgueses, ¿Cómo pueden explicar el imperialismo y sus políticas de dominación?
¿Qué función cumple el elemento militar para conquistar y destruir el aparato productivo de una nación, que Marx y Engels dieron cuenta con respecto al imperio británico? Esta última pregunta es clave para el comienzo y la comprensión del imperialismo del siglo 20 y 21, donde lo económico no se puede prescindir de otros aspectos del capitalismo. Ya en el siglo 19 Marx y Engels tomaron nota de esto con respecto a la colonización de la India y la introducción de este país a la esfera de la dominación inglesa.
Los británicos destruyeron la civilización hindú al deshacer las comunidades nativas, al arruinar por completo la industria indígena y al nivelar todo lo grande y elevado de la sociedad nativa. Las páginas de la historia de la dominación inglesa en la India apenas ofrecen algo más que destrucciones. Tras los montones de ruinas a duras penas puede distinguirse su obra regeneradora. Y sin, embargo esa obra ha comenzado[vii].
También en China lo militar fue clave a la hora de definir la libre competencia de los siempre pacíficos hombres de negocios
Se ha hecho una carnicería entre los inofensivos ciudadanos y los pacíficos comerciantes de Cantón, sus casas han sido arrasadas por la artillería, y los derechos de la humanidad violados con el fútil pretexto de que ¡las vidas y los bienes ingleses corrían peligro debido a los actos agresivos de los chinos![viii]
La génesis del imperialismo
En la época en la que escribió Marx el capitalismo más desarrollado había sido el inglés, que contaba con el mayor avance tecnológico para la época y superior a cualquier potencia europea. La burguesía tuvo la capacidad de imponer, tempranamente, su hegemonía frente a la decadencia de la nobleza anglicana incorporando e institucionalizando la estructura del Estado monárquico y las conquistas coloniales a la nueva división social del trabajo (con su cuota socialmente necesaria de violencia y sangre). Mientras las viejas monarquías del continente europeo se aferraban a la restauración de la mano de la Santa Alianza (Prusia, Rusia y Austria), el “victorioso” austríaco Von Metternich y el “derrotado” francés Telleyrand, acomodaban las piezas para el armado del gran concierto europeo continental.
Otro aspecto importante para el desarrollo del capitalismo inglés fue la capacidad de transporte marítimo tanto para sus canales internos, como para la conquista y comercio en los grandes océanos. En el plano de la política y de su estructura burocrática el bloque dominante inglés canalizó su tradición monárquica en función de la expansión comercial externa, y su rol de árbitro insular europeo.
A diferencia de los virreinatos y colonias de las casas de los Borbones y demás familias nobles, la burguesía inglesa no tuvo como fin el saquear y oprimir pueblos para los gastos suntuarios de los estamentos parasitarios (nobles o eclesiásticos), sino que impusieron a sangre y fuego el comercio de productos elaborados por las materias primas necesarias para la incipiente industria. Ni más ni menos que la acumulación y reproducción del naciente sistema capitalista.
En el libro “Maitland& San Martín” Rodolfo Terragno describe la política que llevó adelante Inglaterra con respecto a las colonias americanas y a la forma de dominación de la corona española:
Gran Bretaña, a juicio de Maitland, debía “alentar” la independecia de las colonias españolas para, luego, “inducirá los habitantes de los nuevos países a abrir sus puertos y recibir nuestras manufacturas, de Gran Bretaña y de la India”[ix]
Salvando las enormes e insalvables diferencias ideológicas con el autor, éste demuestra cómo el colonialismo arcaico de los Estados Absolutistas, fue reemplazado por una nueva forma de dominación por parte del nuevo capitalismo industrial británico.
Con el desarrollo de la industria pesada, la implementación del petróleo, la extensión del ferrocarril, la electricidad y la capacidad de carga de los barcos, el capitalismo comenzó su nueva fase de expansión en un salto cualitativo de su propia estructura científico tecnológica, lo cual tuvo también nuevas formas de dominación de acuerdo al grado de desarrollo y hegemonía de la burguesía en cada nación. La 1ª Guerra Mundial fue el resultado de la expansión y competencia entre capitales nacionales, para la conquista de territorios, recursos, mercados y mano de obra barata.
El período que va desde la 1° Guerra Mundial a la 2°, con el Tratado de Versalles de por medio, fue la transición de una fase del capitalismo y de la forma de dominación mundial a otra disputada entre el bloque de poder alemán y el bloque anglo sajón.
Lenin vivió, analizó y puso en práctica nuevos análisis y categorías dentro del marxismo, las cuales lo llevaron a escribir, entro muchos textos, el libro “Imperialismo etapa superior del capitalismo”.
En esta obra, Lenin, tomó nota, fundamentalmente, de los escritos un liberal radical inglés llamado Hobson y del socialdemócrata alemán Hilferding. En esta obra de suma relevancia para el desarrollo teórico y práctico del marxismo, se dio cuenta de la conformación de monopolios internacionales por medio de cárteles, trust, etc. “que establecen acuerdos sobre las condiciones de venta, los plazos de pago, etc. Se reparten los mercados entre sí. Fijan la cantidad de artículos por producir. Fijan los precios. Distribuyen las ganancias entre distintas empresas, etc. “[x]
La concentración de capitales, no fue el producto de una acumulación de capital meramente económica productiva, sino del dominio del capital financiero por sobre los mercantil e industrial
…el desarrollo del capitalismo ha llegado a un punto tal que, aunque sigue “reinando” la producción mercantil y continúa siendo considerada como la base de la vida económica, en realidad se halla ya quebrantada, y el grueso de las ganancias va a parar a los “genios de las maquinaciones financieras. [xi]
Para que este desarrollo del capitalismo pudiese engendrarse y extenderse a nivel mundial se tuvo que articular desde dos ámbitos. Por un lado el predominio de los bancos en el sistema financiero mundial para la concentración y absorción de la industria y del comercio,y por el otro la monopolización por medio de los Estados para canalizar las políticas necesarias al desarrollo de los mercados. El Estado fue el instrumento de colonización de los países no desarrollados y para eliminar a los otros capitalismos monopólicos (cuyo desenlace fueron las dos guerras mundiales).
Ante esta nueva fase del capitalismo monopolista financiero, Lenin destacó dos formas dominación de los países atrasados: como colonias conquistadas y dominadas (que dio cuenta, en su época, Marx) y una nueva forma como países dependientes y semicoloniales, donde la dominación no fue en forma directa, ya que eran “políticamente independientes, pero que en realidad se hallan envueltos en las redes de la dependencia financiera y diplomática”[xii]
Así, Lenin pudo definir al imperialismo desde sus “rasgos fundamentales”:
1-La concentración de la producción y el capital se ha desarrollados hasta un grado tal que ha creado monopolios, que desempeñan un papel decisivo en la vida económica
2- La fusión del capital bancario con el capital industrial, y la creación, sobre la base de este capital “financiero”, de una oligarquía financiera
3- La exportación de capitales, a diferencia de la exportación de mercancías, adquiere excepcional importancia
4- La formación de asociaciones capitalistas monopolistas que se reparten el mundo
5- Ha culminado el reparto territorial de todo el mundo entre las más grandes potencias capitalistas[xiii]
Esta etapa del imperialismo fue cambiando en el devenir del siglo 20 con la aparición de las multinacionales como actores internacionales en la década de los 70, y con la hegemonía del capital financiero después de la caída del bloque socialista.
Globalización como nueva fase del imperialismo
Si bien el desarrollo del capitalismo financiero tuvo como motivo primario el de expandir y reproducir el capital, retardar las crisis de sobreproducción y paliar la caída de la tasa de ganancia, también tuvo como objeto la de conformar redes de sociedades a fin de facilitar la concentración y centralización de la economía, tanto a nivel nacional como mundial. Dentro de estas redes financieras los capitalistas pudieron (y pueden) transferir grandes recursos, evadiendo los diferentes controles estatales, diversificando la producción y ocultando los orígenes de quienes son los titulares de las sociedades.
Es así como un país puede ser saqueado por medio de las transacciones bursátiles bancarias, su moneda nacional puede ser “atacada” por especuladores o sus empresas vaciadas para trasladarse a otros países con costos salariales más bajos.
La dominación del imperialismo por medio del capital financiero está necesariamente entrelazada con la hegemonía ideológica cultural, que universaliza los “valores” de la burguesía financiera y naturaliza las reglas del capitalismo en clave neoliberal.
En el libro “Crisis financiera Global”, Merino y Formento, definen a esta nueva forma de capital financiero como una red horizontal y descentralizada territorialmente, que subordina las instituciones nacionales e internacionales:
“Se expresa en una Red de gerencias locales, en una relación de horizontalidad y autonomía entre ellas, pero subordinadas verticalmente al directorio de los dueños de las acciones de los fondos financieros de inversión global –FFIG-. Esta Red local se organiza como nodo que enlaza, media y coordina una estructura flexible, informal y tercerizada que alcanza como mínimo al 80 % de la estructura. El 20% restante lo compone la estructura formal de la gerencia local de la Red y de ensamble.”
“Esta forma de capital hace al tercer momento del capital financiero. Primero fue el capital financiero internacional, la forma internacionalizada de capital dinero a préstamo; luego la corporación multinacional que controlaba activos físicos en múltiples países, y ahora la forma de Red Financiera Global que supera al Estado nación de país central como territorialidad social, descentralizada fragmentada, hiperespecializa activos físicos y monopoliza el conocimiento estratégico de cómo hacerlo (knowhow).”[xiv]
Por lo tanto, no sólo lo económico imprime su marca en la “nueva era globalizada”, también está enmarcada dentro de una nueva forma de dominación mundial a través de una despersonificación de las relaciones sociales. Ya no hay patrón de fábrica ni leyes impuestas por individuos, sino como leyes y normas implícitas en un gobierno de nadie y sin basamento territorial.
Grupos financieros que compran empresas que no dirigen, de productos que no conocen, en países ignotos. Reglas impuestas como leyes que no se escribieron y nunca se votaron.
Merino y Formento lo llaman Estado Red Global y describen seis características centrales:
1 Máxima liberalización del comercio internacional
2 Constitución de un Gobierno Global. Multilateralismo unipolar contrapuesto al multilateralismo multipolar
3 Desarrollo de Fuerzas Armadas Globales
4 Democracia global virtual ficticia, con mayorías desmovilizadas, desarticuladas y desorganizadas.
5 Dinero global electrónico
6 Desarrollo de la Red de ciudades financieras globales – city`s financieras- como modo de territorialidad social.[xv]
A diferencia de las teorías de la izquierda anti leninista nacida en la década de los 90s, esto no implica el fin de los Estados, ni mucho menos del imperialismo. Es una nueva fase y forma dentro de las nuevas formas de dominación mundial.
Este nuevo imperialismo se fue constituyendo desde la década de los 70 a partir de la crisis del petróleo, con el surgimiento de las empresas transnacionales y la crisis de los llamados Estados de bienestar. En los noventas y con la caída de la URSS, una fracción de la burguesía imperialista norteamericana logró consolidarse por medio de la globalización de sus estructuras financieras, por sobre otras fracciones de la burguesía nacional industrialista con un anclaje en el mercado interno.
De Texas a Wall Street, de Wall Street a Texas
Los capitalistas globales construyeron su hegemonía en una red financiera interrelacionada por nodos (como se mencionó anteriormente), se representan, en términos generales, en el partido demócrata y propugnan por una economía sin restricciones gubernamentales. La forma en que desplegaron su dominación mundial fue por medio de la “tercerización” del intervencionismo militar, creando nuevos Estados subordinados, como hizo Bill Clinton al bombardear y dividir la ex República de Yugoslavia sin invadir con tropas. Entrenando y delegando en ejércitos y gobiernos autóctonos la estabilidad de los países invadidos (política implementada por Obama en Afganistán e Irak), o patrocinando a grupos terroristas como en Siria.
El “tradicional” capitalismo industrialista yanqui, “nacionalista y territorial”, que se identificó históricamente con el Partido Republicano, como representante de valores conservadores, suscriben a medidas económicas proteccionistas y regulatorias frente a la competencia externa. Intervinieron en forma directa invadiendo países y derrocando gobiernos opuestos a sus intereses, tanto económicos como geopolíticos. Los claros ejemplos fueron la Guerra del Desierto de Bush padre, o la invasión a Afganistán e Irak por parte de Bush hijo.
Cada uno de estos bloques de poder imperialista ha producido sus propias contradicciones y crisis hacia el interior de EEUU y el sistema mundial. La política de dominación directa sostenida por Bush hijo generó una crisis económica para sostener la guerra en Medio Oriente en beneficio del complejo financiero militar y la “privatización” de la guerra. Mientras que las políticas liberales globalizadas como las de Obama contribuyeron a que los capitales norteamericanos radiquen sus empresas madres y filiales en países con menores costos de producción, posibilitando la consolidación de nuevos bloques de poder mundial, principalmente China, y provocando un aumento de la desocupación y retracción económica.
A partir de la gestión Trump, el bloque de poder “nacional” vuelve a consolidarse para generar nuevas políticas de defensa frente China como enemigo principal de EEUU en el siglo 21.
La guerra comercial contra los productos chinos, por medio de aranceles para disminuir el déficit comercial, el aumento de la tasa de interés de la Reserva Federal, la disminución de impuestos a los capitalistas y la disminución del gasto social, son las típicas medidas necesarias para incrementar las ganancias económicas y el poder político de este bloque, al tiempo que imprimen su propia característica a la forma en la cual el imperialismo yanqui domina y somete al mundo.
Si bien, estas medidas de Trump han posibilitado un ingreso de capitales por billones, las consecuencias se verán tanto adentro como afuera de EEUU:
En lo interno,las reducciones de los impuestos incrementarán, aún más, la concentración de riqueza.
En lo externo, las políticas de corte nacionalista generaron una modificación en la estructura global frente a los aliados y a los de más bloques de poder.
¿Será el fin de la globalización ante la consolidación de nuevos bloques en una nueva estructura multipolar? O ¿es imposible el fin de la globalización, por ser la economía norteamericana el epicentro de este tipo de globalización?
Sea cual fuese la respuesta, la disputa es por una mayor masa de ganancia, y su indisociable poder político ideológico, hacia adentro del sistema capitalista
[1] https://revistacentenario.com/2018/06/29/devaluacion-valor-ganancia-y-lucha-de-clases/
[2] En realidad, los complementa con otros valores, al tiempo que los desvaloriza en la comercialización (se agregan valores por medio del transporte, comunicación etc. pero se pierde plusvalor de la mercancía para pagar esos medios de comercialización). En el movimiento de intercambio es donde se reflejan las relaciones sociales que surgen de la producción y la propiedad privada. Marx demostró la falacia de los economistas burgueses al tratar de entender las crisis y desequilibrios del sistema, desde este ámbito de los valores de cambio y no desde la matriz productiva (tema explicado en la nota “Devaluación, valor, ganancia y luchas de clases)
[3] Un análisis del sujeto revolucionario en la Argentina del siglo 21 implica un trabajo exhaustivo que excede la finalidad de nuestro tema, aunque es un deber que nos “debemos” y tendremos que poner a discusión en futuros escritos de la Revista digital Centenario.
[i] Fernando Cardoso y Enzo Faletto.Dependenciay desarrollo en América Latina. 2011, 3ª. Editorial Siglo XXI. Pag. 24
[ii]Ibid., P. 26
[iii]Ibid.,P. 82,83
[iv]Rolando Astarita. Economía política de la dependencia y el subdesarrollo.2013, 1ª edición, Editorial Universidad Nacional de Quilmes Editorial. Pag. 59
[v]Ibid., P. 61
[vi] Enrique Dussel. La producción teórica de Marx, un comentario a los Grundrisse. 2010, 4ª edición, Editorial Siglo XXI. Pag. 386,387.
[vii][vii] Marx y Engels. Acerca del colonialismo. 1981. Recopilación de notas periodísticas y cartas. Editorial Progreso. Pag. 48.
[viii] Marx y Engels. Acerca del colonialismo. 1981. Recopilación de notas periodísticas y cartas. Editorial Progreso. Pag. 61.
[ix] Rodolfo H. Terragno. Maitland& San Martín. 2001, 3° edición. Editorial Universidad Nacional de Quilmes. Pag. 114
[x] Vladimir Ilich Lenin. El imperialismo etapa superior del capitalismo. 1974. Sin datos del número de edición. Editorial Polémica. Pag. 26, 27.
[xi]Ibid., P. 32, 33
[xii]Ibid., P 105
[xiii]Ibid., P 110
[xiv] Walter Formento y Gabriel Merino. Crisis financiera global. 2011, 1° edición. Ediciones Continente. Pag 48.
[xv]Ibid. P 57, 58.