JUNTA NACIONAL DE GRANOS, PARA TERMINAR CON EL HAMBRE EN  ARGENTINA

Por Leonardo Juárez

La Revolución en la Argentina pasa por controlar su principal recurso, el acopio, la distribución y la obtención de divisas.

Luego de cada devaluación del peso argentino y la consiguiente corrida cambiaria del dólar, centenares de miles de familias entran en la pobreza, y muchas de ellas como indigentes. La comida se constituye en algo inalcanzable. ¿Qué es lo que hace a la mitad de  los argentinos un conjunto de hambrientos y desesperados?

En un país donde la clase dirigente repite hasta el hartazgo que produce comida para cuatrocientos millones de personas. ¿Quién controla el precio de los alimentos? ¿el mercado? ¿los mercados? ¿nadie? .

En la década de 1930 los gobiernos conservadores crearon la Junta Nacional de Granos. No estaban preocupados por el alimento de los inmigrantes que vivían en las ciudades argentinas, sino que tenían más bien el objetivo de apoyo y sostén a la actividad agrícola. Los tres cultivos fundamentales por entonces eran el maíz, el trigo y el lino. La Junta determinaría los precios sostenes de estas producciones. Con el tiempo no solo se construyeron silos, sino también puertos, y se estructuró una red ferroviaria al servicio del transporte de esos granos. En general sumaban aproximadamente unas 35 millones de toneladas,  la Argentina tenía una población de 12 millones de habitantes.

Se creó la Administración General de Puertos, el sistema ferroviario era mucho más eficiente y moderno que el actual, y hasta se llegó a tener un sistema de líneas marítimas estatales con buques de ultramar para transportar la producción.

Todo este sueño terminó en la catastrófica privatización de bienes, que incluyó a la Junta Nacional de Carnes, conducida por el partido justicialista cuyo presidente era el inefable Carlitos Menem. El ministro de economía, Domingo Cavallo.  Cinco años después de la privatización comienza el proceso de sojización del sistema agrícola-granario y las compañías multinacionales pasaron a controlar casi el cien por cien del sistema cerealero – oleaginoso.

La Junta cumplía el rol de conservar – con el precio sostén – en el sistema a los productores más desfavorecidos. Durante el menemismo justicialista desaparecieron ciento cincuenta mil productores del sistema.

La generación de una nueva Junta de Granos no puede analizarse como un ente aislado. Muy por el contrario. Debería ser parte de un proceso que estatice nuevamente los ferrocarriles para el transporte, los puertos privatizados de manera espúrea, los sistemas de transporte fluvial, etcétera. No es solamente un organismo burocrático el que se debe crear, sino el que genere el efectivo control por parte del Estado conducido por un Gobierno Popular, de la compra-venta de granos en el mercado interno y su exportación. UNICA GARANTIA DE LA SEGURIDAD ALIMENTARIA DEL PUEBLO.

 

El control estatal permitiría ofrecer los granos y los aceites para regular mercado interno impidiendo el desabastecimiento y el descontrol con el cual las multinacionales amenazan permanentemente al Estado argentino. A su vez la Junta debería tener una efectiva participación en el diseño y control de la infraestructura vial, ferroviaria, y portuaria, hoy en manos de multinacionales. Todo el sistema agro-exportador depende de la Hidrovía cuyo mantenimiento y construcción es a costo del Estado argentino. A través de la hidrovía, se genera el setenta por ciento de las divisas que entran al país, cuando los exportadores así lo determinan, extorsionando a cualquier gobernante que se les oponga en lo más mínimo.

La red de elevadores y acopio de granos fue casi totalmente a parar a manos privadas y la función comercial de la Junta en defensa del mercado interno o la producción, como el apoyo de los marginales, desapareció. Hasta 1990 los ferrocarriles transportaban el treinta por ciento de la producción. Hoy no llegan al diez por ciento con toda la mentira de las obras del Belgrano Cargas y el Central Argentino. La desaparición de la Junta Nacional de Granos a través de su privatización tuvo como siempre la justificación de hacer más eficiente al Estado y bajar el nivel de deuda externa de 1990. Peores fracasos no se han visto en la historia.

Cuando desaparece el “Estado del Mercado”, la formación de precios de las harinas, los aceites, etcétera, son producto de la transacción comercial entre privados. Evidentemente, a nadie le interesa que los alimentos lleguen al conjunto de la población argentina a precios razonables, sino al máximo posible de rentabilidad empresaria.

El sistema impositivo a la producción de granos explotó en 2008 con la resolución nº 125. El posibilismo se hizo añicos. La entelequia Campo, estuvo cerca de voltear el primer Gobierno de Cristina. La resolución no era lo peor, pero el 30 % de núcleo duro conservador liberal de Argentina al no tener quien lo enfrente ganó la pulseada.

Hay una profunda convicción ideológica en el “Campo” argentino y la inmensa mayoría de los productores fueron ganados por la cosmovisión liberal de los 90 .La clasificación en base a las hectáreas que poseen es antigua e irreal.

La modificación de impuestos como el IVA (nacional) o ingresos brutos (provinciales) no cambiará nada, la oportunidad de vender más caro sus granos en los mercados globales es la única ambición de la dirigencia agraria. Las retenciones los molestan pero no los detienen. La generación de un organismo como la Junta Nacional de Granos será la única para resolver el hambre de los pobres de Argentina.

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