Por Eduardo Ibarra
La decadencia de las ideologías universales, que dan marco y sustento a las relaciones sociales, se manifiestan con la fragmentación de principios en distintas corrientes de pensamiento, las cuales tratan de dar respuestas particulares a cada grupo en su segmento, sin pretensión de generalidades.
El ejemplo de la decadencia de Atenas, como cuna de la cultura occidental, fue la expresión primaría del desarrollo de los principios filosóficos que desplazaron a la religión en su función hegemónica del poder y su organización social.
Como toda crisis sistémica no se dio en forma espontánea ni por un hecho fortuito, sino por un proceso de lucha y contradicciones. Así, el surgimiento de las tres grandes vertientes filosóficas, estoicismo, epicureismo y escepticismo, se enfocaron en lo que podríamos llamar la introspección y el comportamiento individual con sus principios rectores. Esto marcó el hundimiento del sistema aristotélico y la tradición socrática como filosofías que interpelaron y rompieron la concepción mística y sofística, donde la primera no separaba las imágenes contrarias y excluyentes de un mundo concebido inmóvil, mientras que la segunda, como eslabón entre los pre socráticos y el platonisismo, aisló al hombre ante la realidad como ente de verdades en sí misma (apodícticas).
La fragmentación representadas en las distintas corrientes de pensamiento griego, fueron posteriormente tomadas por el imperio romano para ser reconfiguradas a la necesidad de su organización social.
Mientras que la vida estoica era la base de la superioridad moral para la conquista del imperio, Polibio y Cicerón (entre otros) dieron el marco explicativo de los cambios del Estado y de las formas de gobierno.
Estas distintas corrientes de pensamiento de la Grecia antigua fueron absorbidas y re ordenadas desde otro contexto y con otros componentes; como pedazos de un cristal ensamblados en otro espejo junto a nuevas formas y otras disposiciones.
Varios siglos después este universo social volvió a quebrarse en una infinidad de feudos, siguiendo así el movimiento de la rueda dialéctica.
Esta crisis de mundo antiguo no fue una crisis del pensamiento sino que el pensamiento fue la representación del quiebre social, cristalizado a partir de la guerra del Peloponeso (400 A.C.) Fue la manifestación de la desintegración de la formación social esclavista ateniense.
En su tesis Marx expresa el espíritu de la época abierta post aristotélica:
Así, por ejemplo, la filosofía epicúrea y la estoica fueron la felicidad para su tiempo: así la mariposa nocturna, luego de la caída del sol común a todos, busca la luz de las lámparas, que los hombres enciende cada uno para sí.
Esto nos permite reflexionar sobre la transición y construcción de una nueva universalidad bajo nuevas formas de relaciones sociales, las que no están exentas de contradicción y retroceso, tanto en el sendero como al final del recorrido; que no será más que un nuevo comienzo.