En memoria de mi camarada y hermano Facundo Molares – El Comandante Camilo –

Leonardo Juarez* Salta, Argentina, 10 de agosto del 2025

Como todo recorte es arbitrario, un poco esquemático y muy breve, por lo consiguiente no tiene la pretensión de expresar, o representar en profundidad y extensión la vida, intensa y vertiginosa del combatiente Facundo Molares. Hago una taxonomía de algunos aspectos de su pensamiento, que tal vez puedan servir como aporte a los homenajes, y reconocimientos que se le están realizando en varias ciudades argentinas y latinoamericanas; y por otro lado aspiro que sean un estímulo para que futuras generaciones de militantes e intelectuales revolucionarios profundicen en su trayectoria política y en sus ideas, se lo debemos.

Sin lugar a dudas Facundo, el comandante Camilo de las Farc ya tiene un lugar en el pedestal de nuestra historia, pero sobre todo en la memoria ardiente de los que sienten como propio el dolor cometido contra cualquier ser humano en cualquier rincón del mundo, y luchan por un futuro revolucionario y comunista

*a)          La farsa electoral*

El filósofo y poeta francés Paul Valery afirmaba con cierto sarcasmo que “la política es el arte de hacer que la gente no se inmiscuya en lo que le interesa”. La disfunción oligárquica de las democracias liberales debe, pues, ordenarse y controlarse ¿Qué significa esto? Sencillamente, que, manteniendo las elecciones, el pueblo debe quedar al margen de la gestión de la economía y de la distribución de la riqueza, en una palabra, hay que engañarlo. Es la tares de la clase política, el trabajo incluso se ha convertido en su prioridad, en su manual de proceso. De ahí la exacerbación de los problemas raciales o étnicos, y la cháchara inocua sobre temas serios como la ecología, la situación de la mujer, o el calentamiento global.

 A Facundo lo mataron mientras realizaban una acción contra la farsa electoral, porque él tenía claro que, en occidente, la disfunción de la representación mayoritaria no permite conservar el término “democracia”. En cambio, nada impide mantener el término “liberal”, ya que la protección de las minorías se ha convertido en una obsesión. Solemos pensar en los oprimidos, los negros, los mapuches o los homosexuales, pero la minoría más y mejor protegida en occidente es sin dudas la de los ricos, ya representé el 1% de la población, el 0,1 % o el 0,01%. Así que podemos afirmas con total convicción que “nuestras democracias”, denominadas de diferentes maneras, “democracias restringidas”, “democracias con seguridad”, “democracias de la derrota” o “democracias de mercado”, en realidad se han convertido en oligarquías liberales.

*b)          Partido Revolucionario*

Lenin dijo: “toda revolución es una guerra”. Pero no es la autoridad de Lenin donde radica la importancia de esta observación, sino que la misma es producto de la evidencia y del sentido común. Observando la historia, cualquier revolución (no me refiero a revueltas políticas, sino procesos abruptos de cambios sociales, fuesen finalmente exitosos o no) se constata que los mismos han sido siempre violentos. La revolución francesa ha sido uno de los más violentos, pero no el único, la Comuna de Paris, los intentos revolucionarios franceses de 1830 y 1848, las revoluciones rusas de 1905 y 1917, la revolución china, la cubana, la vietnamita han presentado diferentes niveles de violencia, pero en todos los casos la violencia estuvo presente.

Desde el punto de vista de la lógica, es también bastante evidente que ningún grupo abandona sus privilegios por simple persuasión o demostración. Por el contrario, se aferrará a los mismos y los defenderá con todo cuanto esté a su alcance, sin ningún tipo de limite. De modo que, aunque quien pretenda el cambio trate de que este proceso no sea violento; el defensor de los privilegios apelará a la violencia con lo cual el oprimido se ve obligado a adoptar la violencia o renunciar a cualquier intento de cambio.

Pero no se trata de cualquier violencia, sino de una guerra. Una guerra no es un acto de brutalidad, como suele ser concebida. Una guerra es un proceso de aplicación de violencia colectiva de manera altamente centralizada y aplicada con vistas a su máximo efecto, que siempre es doblegar la voluntad del enemigo a seguir luchando.

No es la aniquilación física del enemigo el objetivo de la guerra, sino eliminar su voluntad de lucha, hacer que se someta a la voluntad del vencedor.

Si la revolución es una guerra, el partido revolucionario debe ser necesariamente un aparato militar. Todo aparato militar tiene una cabeza política, ya que la guerra es un proceso políticamente guiado. La política y la guerra están íntimamente ligados, y no son sino dos formas de expresión de las relaciones de fuerzas entre grupos sociales.

La política solo es posible si está asentada en la fuerza, aunque no se la ejerza sino de manera puntual y especifica en situaciones particulares. Si no existieran la policía, las fuerzas de seguridad y las fuerzas armadas, el capitalismo sería inviable, no habría forma de dominio político ya que los expropiadores no tendrían medios efectivos para ejercer su dominación.

Por lo tanto, un partido revolucionario tiene que tener como misión principal el ejercicio de la violencia cuando ello sea necesario. Determinar dicho momento es de suma importancia, ya que no solo deben tenerse las destrezas y los medios, sino también debe ser eficaz. Dicho de otra manera, una guerra hay que librarla para ganarla, no para perderla. Si se pierde es porque hay cosas que se hicieron mal, porque falló la cabeza político-militar. Hay que tirar de este hilo de su pensamiento porque aquí aparece el debate con las farc y con parte de la historia del movimiento revolucionario argentino y latinoamericano.

*c)          El ¿qué hacer? De Lenin*

 Frente a esta situación general, es válida la vieja pregunta: ¿qué hacer? La respuesta no es sencilla, pero es posible: hay que hacer un partido revolucionario, es decir, preparar una estructura con capacidad militar. No debe confundirse esto con desarrollar acciones militares. “preparar” y “actuar” son cosas bien distintas. Preparar significa, en primer lugar, conocer de qué se trata el problema, en este caso, de que se trata la guerra. Hay que saber que es una guerra, y que éstas ya no son las que conocíamos como conflictos bélicos entre estados. En segundo lugar, hay que conocer cuáles son los instrumentos para desarrollar una guerra. También en esto hay que adecuar los enfoques a la situación actual (e irla ajustando en función de los cambios que pudieran producirse en el tiempo). En tercer lugar, es necesario conocer algunos principios básicos, antes de pensar siquiera desarrollar ninguna acción. En cuarto lugar, hay que empezar a desarrollar acciones tendientes a concretar las condiciones organizacionales acordes a la evaluación realizada. Finalmente, hay que saber esperar el momento preciso para desplegar las acciones con vistas a la supresión del sistema.

 En el capitalismo financiero- que es tan capitalista como el industrial- casi todos los parámetros han cambiado. Es necesario adecuar una estructura revolucionaria a esta etapa. La burguesía financiera ya no está personalizada, ni tiene nacionalidad específica. Los Estados son formas aún necesarias, pero obsoleta en muchas de sus funciones. Sirven para contener la población, pero ya no para representar fracciones burguesas “nacionales”. Los capitales discurren por espacios no estatales (paraísos fiscales y ciberespacios), escapando de ese modo a las regulaciones que imponen los Estados. Notablemente, los “paraísos fiscales”, cuya existencia desfinancia a los Estados, están dentro de Estados o forman parte de un sistema interestatal mundial. Todo esto indica que el sistema legal-estatal diseñado y construido por la burguesía, ya no les resulta funcional a los sectores más concentrados de la misma.

*d)          La Guerra*

Desde ya no se trata de un capitalismo organizado centralmente en los Estados nacionales, aunque estos sigan teniendo un papel importante, aunque no excluyente, las modalidades de lucha también deben adecuarse a esta realidad. Las guerras ya no se dan entre Estados, sino en formas moduladas: hay núcleos espacio-temporales de máxima violencia, que tan pronto como aparecen, desaparecen. La lectura que hacen los medios de difusión de este fenómeno, a partir de la letra que se les dicta desde las centrales de inteligencia, es lo que han dado en llamar “terrorismo”, que es la mejor forma de entender el fenómeno en su conjunto. Ahora bien, las circunstancias históricas no “avisan “un tiempo antes su aparición, son efecto de múltiples causas que se entrecruzan de manera relativamente impredecible. Por eso resulta vital tener una estructura ya conformada para que actué en el momento que las situaciones lo requieran. Y siempre, lo más difícil es tener preparado un partido, es decir una organización con capacidad de acción política y militar. Eso es lo que planteaba Camilo que en la guerra hay flujos y reflujos, por eso el estando de acuerdo en la búsqueda de la paz, no coincidía con la entrega de las armas, porque no compartía el balance de que las farc estaban derrotadas militarmente y tampoco con los cantos de sirena del fetichismo tecnológico en la guerra.

*e)          El Hombre y el Arma*

A nadie cabe duda que una espada es un arma. También lo es un mosquete ¿Será entonces necesario tener destreza en esgrima y mosquetería para tener competencia militar? Es obvio que no. Porque si bien se trata de armas, están desactualizadas respecto a las necesidades actuales. Por otra parte, un avión puede ser usado como un arma, tal como quedó demostrado el 11 de septiembre de 2001. Esto quiere decir que las “armas “son un falso problema, o un problema menor, para una estructura militar. Una PC puede ser un arma si desde allí se atacan centros neurálgicos del enemigo, si se le imposibilita actuar o se deforma su acción.

 Al abordar estos temas, entiendo que para Facundo era importante identificar, que bajo la máscara de un racionalismo tecno-científico que se pretende neutro e inocente, estamos en la actualidad en camino de construir una nueva escatología: el nuevo dogma de esta falsa conciencia afirma que todo lo que nos rodea, incluidos nosotros mismos, está constituidos por unidades informáticas numéricas, modelizables en programas de computación. En este mundo unidimensionalizado, la tecnología aparece, progresivamente, como la nueva santidad, un nuevo sagrado, que vendría a justificar todo lo existente. Tenía la convicción que los ridículos gritos de guerra de que el universo, el mundo y lo vivo solo serían más que algoritmos tienen que ser vistos como lo que son: la avanzada conquistadora de un nuevo oscurantismo.

Una vez más la escena de la vida humana se ve reordenada en un dualismo simplista en el que lo calculable pretende ocupar todo el espacio de la vida, se ven mecanismo que nos convierten en una máquina, donde desaparece la conciencia y la voluntad del hombre y la mujer en la historia.

*f)           Legado ético*

La apelación a la historia de Camilo actúa en última instancia respecto al futuro. Por eso nuestro sentido de horizonte y nuestra apuesta política siempre va a ser por la revolución, el socialismo y la sociedad comunista, por lo que vale la pena pelear y dar la vida si es necesario.

Sabemos que en la vida común no hay garantías de éxitos, eso es menos atribuible a la vida política y menos aún a la guerra, pero si puedo afirmar con profunda convicción como diría el poeta y en homenaje a Facundo Molares el comandante Camilo: “si deshecha en menudos pedazos, llega a ser mi bandera algún día, nuestros muertos alzando los brazos, la sabrán defender todavía”.

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