La materialización de una revista nos pone ante el desafío de elevar la calidad de las argumentaciones en torno a los problemas que siempre han estado en la agenda de los militantes revolucionarios, esto se torna más significativo especialmente en el año del centenario de la Revolución Rusa. Aspiramos a salvar del olvido las voces rebeldes e inconformistas de los principales líderes bolcheviques, nos interesa rescatar la fertilidad de sus enfoques, porque demuestran la evidente actualidad de sus ideas y de sus planteamientos, en una época como la nuestra en que el posibilismo se pavonea por el andarivel izquierdo de la política Argentina. Así la reflexión teórica actúa como antídoto al conformismo neoliberal, como resistencia al modelo civilizatorio mercantil del imperio y como semilla de un futuro socialista para la humanidad.
En medio de la coyuntura electoral los debates se omiten y los cultores del posibilismo recurren al viejo truco, de que cuando una decisión no admite ninguna defensa, la presentan como inevitable, es en el ejercicio de ese recurso, en donde la democracia se convierte en el único horizonte posible y pensable de la política, las elecciones su única vía y una alianza con el peronismo la posibilidad real de su concreción. Esta operación vuelve árido cualquier esfuerzo por pensar la política en términos históricos y la historia en términos políticos.
Los exegetas de la democracia y sus epígonos, nos la presentan como la expresión universal de la igualdad, la fraternidad y la libertad, no como lo que realmente representa, la forma moderna de la dominación política de la burguesía, no es casual que en estas precisas circunstancias, la retórica del anticomunismo se vuelve a poner a la orden del día, no tanto contra un enemigo antaño temido, sino a favor de la superioridad mundial del capitalismo liberal democrático occidental. Aquí resulta pertinente traer a Lenin: “de modo general, la democracia política es tan sólo una de las formas posibles (aún cuando sea teóricamente normal para el capitalismo “puro”) de las superestructuras del capitalismo. Como lo prueban los hechos, el capitalismo, lo mismo que el imperialismo, se desarrolla bajo cualquier forma política y subordina todas estas formas”. El siglo XX y el que transitamos, son generosos en confirmar estas afirmaciones del genio bolchevique, al reducir las formas a las necesidades del imperialismo, el capitalismo nos ha dado de muestra las guerras mundiales, el fascismo, el nazismo, las dictaduras militares y los actuales “golpes suaves”.
No está en nuestro ánimo subestimar la lucha democrática, sino afirmar que ésta es inseparable de la lucha por la reforma y la revolución, no sólo como meta, como programa, es decir el socialismo como aspiración máxima de democracia, sino que aquí se entrelazan el programa y la vía, porque es preciso integrar lucha democrática como forma de lucha: la concepción moderna de la lucha democrática implica su impregnación de todas las formas de luchas, desde lo electoral hasta lo militar.
No se observa en la articulación electoral en torno al peronismo kirchnerista una relación dialéctica entre vía y programa, entre reforma y revolución, sino que la misma se asienta en lo fundamental, en la expectativa a una vuelta de un capitalismo consumista, que ensanche la capacidad de compra de amplios sectores populares, cada vez más comprimidos por el macrismo y los gobiernos provinciales: “el carácter burgués del peronismo no se mide tan sólo por la naturaleza de su propuesta, sino también por la naturaleza de las aspiraciones colectivas; no imbuye a sus sostenedores de una ética protestante espartana, sino de una elevada dosis de hedonismo consumista. El horizonte vital de los trabajadores peronistas es preciso, exacto inequívoco, está representado en el horizonte que la publicidad propone para sus consumidores: pensar otra cosa es falso y grave”. (Horowicz en Los cuatro peronismos)
Esto explica de manera cabal porqué el debate con el populismo se reduce al nivel de consumo de los sectores populares y no a las modificaciones reales en el terreno de la estructura y la superestructura, así la política no es la economía concentrada como afirmaba Lenin, sino la condensación de la retórica, tan propia del peronismo, lleno de épicas vacías.
Si la alianza con la burguesía liberal se demuestra ilusoria, si los trabajadores rompen definitivamente con la noción caótica de “pueblo”, la pregunta obligada sería ¿no se encuentra acaso de modo definitivo, en un aislamiento sin esperanzas, no se ve llevado a una lucha destinada necesariamente al fracaso? La respuesta hay que encontrarla en la demostración práctica de sus más que evidentes objetivos de clases diferentes, esta es la razón por la que el maridaje caótico entre burguesía y clases subalternas expresado en la noción populista, confusa y abstracta de “pueblo” debe dislocarse, debe ser apartada, pero tan solo para que surja, a partir del entendimiento concreto de las condiciones de una revolución socialista, la noción de “pueblo” en su acepción revolucionaria, o sea, la alianza revolucionaria de todos los oprimidos. Este es el derrotero que debería transitar cualquier fuerza que reclame para sí su condición de revolucionaria, caso contrario debiera asumir por confusión o abiertamente las banderas propias del peronismo, que es la principal fuerza de la gobernabilidad burguesa en la argentina.
El capitalismo y la clase dominante, lumpen, colonizada, vasalla, instala su “agenda de prioridades”: seguridad, desarrollo, estabilidad, crecimiento (entre otros rótulos) que condensan un mismo y viejo problema, garantizar y sostener las condiciones de funcionamiento y reproducción del capitalismo a través de su despliegue histórico; aunque parezca una tautología, el gobierno de los capitalistas a cada momento, en cada medida busca recomponer su tasa de ganancia; de esta manera el imperialismo (entendido como capitalismo de los monopolios) no deja márgenes para experiencias “benefactoras” del mismo, y extiende certificado de defunción a los progresismos, para anunciar un devenir de democracias neoliberales degradadas.
Queremos ubicar en el centro del debate el tema del poder, es decir el papel del Estado. Si el mismo es central para la perpetuación del capitalismo, para la reproducción de su dominación, para la acumulación del capital y para el control de las clases subalternas ¿podemos derrotar a la burguesía sin destruirle o anularle este dispositivo estratégico?
El recorrido de la izquierda y de los sectores populares es aleccionador cuando se pierde de vista la cuestión de poder y el enfrentamiento contra el estado burgués, nobleza obliga, nos hemos constituido como parte de una izquierda que no encuentra los caminos para superar la crisis de la política como instancia totalizadora y la concibe como un puro empirismo, condenando a una buena parte de la misma a una larga tradición en cuanto a pretender la conquista de situaciones minoritarias.
Asumir una visión totalizadora de los fenómenos históricos, nos permitirá eliminar de raíz la apología de la contingencia, la inconstancia y la intermitencia, que concibe la revolución o el “cambio social” como un acontecimiento sin historia; queda claro en este sentido que la actividad autónoma, aunque contrahegemónica, no logrará trascender su posición integrada en la totalidad de la sociedad capitalista (donde las instituciones están hechas para perpetuar la hegemonía de las clases dominantes) sino apuesta a construir identidades masivas, herramientas de articulación y estrategias de poder (la idea de de construir poder de espalda al poder se ha verificado inconducente para los proyectos revolucionarios).
En el año del centenario de la revolución de Octubre queremos recuperar sus más altos ideales y conquistas, reafirmando a cada paso nuestra lucha por el socialismo, que es en definitiva la posibilidad de optimizar los recursos humanos y los recursos naturales en beneficio del pueblo; la desaparición de la contradicción entre el desarrollo de las fuerzas productivas y las relaciones de producción, es también la razón por la que luchamos y por la que lo han hecho a lo largo de la historia los revolucionarios de todos los continentes y, hoy, se eleva gigante como una bandera ética y política mas necesaria que nunca, en tanto respuesta anticapitalista y revolucionaria a la crisis del sistema.