EDITORIAL DE CENTENARIO Nº 5: OCTUBRE DEL 17

La vigencia de los ideales revolucionarios, no pueden afirmarse sólo en la descripción de los males del capitalismo, aunque la crítica del mismo sigue siendo su marca de origen y razón de ser;

el rechazo militante a las injusticias forma parte fundamental del bagaje político cultural de la izquierda, de la causa de su aparición en la historia, de los motivos por los cuales la gente adhiere a ella y por consiguiente también de sus propuestas. Los sustentos de esta no pueden sino ser opciones éticas, signadas por la resistencia a la opresión, a la desigualdad, al egoísmo y a una vida sin perspectivas. 

El capitalismo a lo largo de su desarrollo sólo tiene para ofrecerles a los pueblos el espectáculo grotesco de sumisión, dolor y muerte. Pero hay momentos bisagras en la historia en donde todo ese desprecio, todo ese dolor acumulado, se torna esperanza, en algo más que un “rayo que ilumina la noche serena de la humanidad”, se transforma en revolución. Los soviet de obreros, soldados y campesinos, junto a los bolcheviques toman el cielo por asalto, y octubre del 17 queda grabado para siempre como el inicio glorioso de la larga marcha de los oprimidos del mundo en su camino por la historia

Lenin y los bolcheviques enarbolaron como estandarte las consignas de paz, pan y tierra y evidenciaron ante el asombro de propios y extraños, que la resolución de los problemas más sencillos, (como comer y trabajar) necesitan de una radicalidad política tremenda, de una revolución socialista. Octubre del 17 pone a la orden del día la lucha de clases y la revolución, es decir la más poderosa representación política de la democracia moderna, la afirmación de la voluntad en la historia, la invención del hombre por sí mismo, figura por excelencia de la autonomía del individuo democrático. Sentido del momento histórico, vanguardia más poder popular, democracia revolucionaria, lucha de clases, y la decisión inquebrantable de vencer o morir, son las enseñanzas de una revolución que efectivamente cambio la historia de la humanidad.

La revolución de octubre se ubica como un verdadero Cambio de Época, e instaló una agenda absolutamente antagónica a la del realismo político, cuyas oscilaciones discursivas son de variada gama, va desde un mentado cambio de época montado a caballo de un antiimperialismo de pacotilla, al reclamo por el respeto de las libertades democráticas sin solución de continuidad, en ese amplio espectro deambulan sus panegiristas. La razón de la persistencia del discurso oportunista, es que no se equivoca nunca, entonces prescinde de la autocrítica, y ubica la responsabilidad política por los errores en los otros.

Macri paredón y después

El gobierno de Macri se enfrenta a una disyuntiva histórica en la Argentina, que no por repetida, deja de ser clave: la lucha por el destino de los ciento treinta millones de toneladas de granos que se producen, sus subproductos y derivados, como así también la producción pecuaria y sus derivados. La puja se repite desde fines del siglo XIX, teniendo siempre un solo ganador: los exportadores y sus casas matrices. Cristina mantuvo una excelente relación con las multinacionales cerealeras. El pacto de no agresión, la condujo hasta el final de su mandato.

La primarización de las exportaciones argentinas, es una constante en los últimos seis años.

Macri al inicio de su gobierno alzó la proclama de “convertir Argentina en el supermercado del mundo”. Para que se haga realidad el sueño de Cambiemos, para poder generar las condiciones del desarrollo burgués de la producción agropecuaria argentina, se debería cumplir con algunas premisas. Uno: Junta Nacional de Granos. Dos: Junta Nacional de Carnes. Tres: Estatización del comercio exterior. Cuatro: Nacionalización del sistema financiero ligado a la producción. Cinco: Estatización del sistema portuario y generación de una flota mercante capaz de transportar la producción. Esto entraba en contradicción con las exportadoras que se encuentran muy felices con exportar granos e importar tecnología para producirlos y logística para comercializarlos.

El desliz a esta altura de su gobierno ya se subsanó y Macri ha dejado de utilizar el latiguillo y la Argentina continúa primarizando su comercio exterior. Se exporta mucho pero a pocos destinos, casi igual al modelo imperante durante la década que siguió a la depresión de 1929. China ocupa el lugar del Reino Unido como comprador de commodities y proveedor de todo, desde paraguas hasta locomotoras. Sólo que ahora, se agrava la situación social porque somos cuarenta y cinco millones y no quince.

Es incorrecto afirmar que la economía del gobierno kirchnerista era cerrada, era abierta pero manejada por las multinacionales. Solamente 10 productos (como la soja y derivados, maíz, trigo, langostinos, vino, carne bovina) suman el 69 por ciento de las exportaciones “agroindustriales”, correspondiendo al complejo sojero un 49 por ciento del total. Por eso jamás Cristina aceptó controlar a través de la Junta Nacional de Granos el comercio exterior. El maquillaje no alcanzó para cambiar la matriz productiva con el verdadero poder todavía nadie se atreve.

El cambio del modelo productivo no cuenta con la aprobación de las grandes cerealeras por lo tanto no se realizará. Con mantener la infraestructura de la Hidrovía y de la Zona Núcleo Pampeana basta para el modelo agroexportador.

Para los acreedores externos y para el gran capital local, la tarea básica de los partidos políticos y el sistema democrático consisten en hacer viable el ajuste de todas las variables a la medida de sus necesidades, sólo están interesados en la democracia si esta les permite maximizar beneficios con bajo costo político. Si la política es la economía concentrada, podría inferirse que la cuestión sigue siendo simple: una vez reestructurado el Estado, disminuidos sus gastos y aumentados sus ingresos, ¿en qué proporciones se distribuirá el excedente, entre los acreedores, los grupos económicos y los asalariados? En la medida en que las fuerzas políticas se posicionen ante este tema se puede prever desarrollos posibles, y es lo que hizo el gobierno con los recientes anuncios.

La democracia enana, para pocos, de poderes permanentes y gobiernos transitorios, de los documentos desarrollados por los tanques de pensamiento norteamericanos, es la concesión más generosa del gran capital como alternativa a la barbarie de la dictadura. La burguesía ha hecho de la dignidad personal un simple valor de cambio ¿qué es lo que temen reconocer en sí mismo los miembros de la burguesía? No su tendencia a explotar a otras personas, a tratarlas simplemente como mercancías. La verdadera fuente de problemas es la pretensión burguesa de ser el “partido del orden”, eso expresan  todo el abanico dirigencial del establecimiento y sus corifeos. Este es el diseño de país que se terminó de realizar en los 90 y que continúa con leves diferencias. Los que sobran al modelo tienen un solo destino: la violencia y el narcotráfico; ambas tienen un solo patrón: las policías, que se convirtieron en los nuevos empresarios, cuyos explotados son niños y jóvenes, que trafican para ellos y que ya ni sirven para un ejército industrial de reserva.

Alternativa y oposición, los caminos de la unidad

Aguijoneados por el pesimismo de la inteligencia tenemos la obligación de asumir que las agudas contradicciones que atraviesan al campo popular, no están en vías de resolverse positivamente en síntesis superiores, llámense proyecto, pueblo nación, revolución, socialismo, ni siquiera partido. La vacancia de una alternativa política que se plantee estos objetivos y la ausencia de un sujeto político con centro en la clase obrera que produzca el relevo histórico de la lumpen burguesía dominante, son tareas pendientes que definitivamente empiezan por plantar bandera en oposición abierta a los “partidarios del orden burgués”.

Hay que hacer un esfuerzo por hacer la política pensable, toda idea es una hipótesis de la razón que no se deriva objetivamente de la realidad. Una idea no se toca con las manos, pensarla exige un esfuerzo teórico y es lo que estamos obligados a hacer, para combatir dogmatismos, posibilismos, sectarismos, canibalismos y demás cánceres que corroen las fuerzas de la izquierda y el campo popular, porque hemos llegado a un momento de nuestra praxis política, en el que sólo podemos hablar, como decía Ernst Hemingway en “Por quién doblan las campanas”, desde la autoridad que da el fracaso.

Sería obtuso negar la necesidad de avanzar en un proceso de unidad que posibilite la construcción de una alternativa política, que desarrolle adecuadamente la relación entre Reforma y Revolución, entre Programas y Vías, entre amplitud y profundidad, entre coalición de fuerzas preexistentes y movimiento, entre otros clivajes  que requiere la construcción de dicha fuerza que no ha existido nunca en la Argentina. Es necesaria esta unidad para empujar un proceso general que en su propio desarrollo irá expresando diversas tendencias, que a su vez será la expresión hacia el interior del mismo de naturales disputas por hegemonizarlo. No ha sido la experiencia de Unidad Ciudadana, que asentada en el carácter plebiscitario de la ex presidenta incapacita a construir cualquier fuerza unitaria, (no es  proclamando   una ficticia comunidad de fines, dónde nos pondríamos todos de acuerdo y marcharíamos unidos y armoniosamente, como se construye una fuerza política frentista), salvo a condición de una rendición incondicional, porque está ampliamente probado que sin metodologías democráticas, que implican reconocimiento de identidades preexistentes y los acuerdos programáticos básicos, no es posible avanzar por los caminos de la unidad.

Amplia unidad en la acción para enfrentar los ajustes, profundidad programática para orientar la salida de la crisis capitalista y el marco donde construir políticas de alianzas, fortalecimiento de las organizaciones revolucionarias, dotándolas de cohesión política, ideológica, y organizativa, son premisas permanentes y necesarias, para estar a la altura de nuestra historia y de los nuevos desafíos.

Revista comunista de análisis y debate