Una introducción al libro “ La doctrina del stock” de Naomi Klein.
Bianca Gatti
Verónica Maddoni
Eduardo Ibarra
En el libro, Doctrina de Shock, Noami Klein desvela las formas y los métodos que se utilizaron para imponer las políticas neoliberales, tanto nuestro hemisferio como a nivel global. Al mismo tiempo que explora los subterfugios del poder, refuta los fundamentos que avalan los ajustes en materia social, las privatizaciones de empresas públicas y la desregulación económica, achacados a la ineficiencia estatista.
La autora encuentra que el origen de los métodos aplicados por las políticas neoliberales se remonta a la escuela norteamericana de psiquiatría encabezada por Ewen Cameron, durante la década de 1950. La finalidad terapéutica de esta escuela estuvo dirigida a la modificación de la conducta de los individuos por medio del sometimiento físico y psicológico. El tratamiento consistía en aplicar al paciente largos períodos de aislamiento combinados con descargas eléctricas, baños de agua fría y altos volúmenes de sonido. Mediante estas sesiones se pretendía lograr que el individuo perdiera la noción de su historia y su entorno, para hacer de la mente una hoja en blanco en donde reescribir una nueva identidad.
Si bien, Cameron y su equipo, lograron doblegar la personalidad de quienes eran sometidos a sus terapias, no pudieron implantar unas nuevas personalidades en esas mentes en blanco.
Aunque la terapia quedó rápidamente en el olvido dentro del campo de la psiquiatría, la CIA y los Fuerzas Armadas norteamericanas readaptaron esos métodos para interrogar prisioneros políticos y combatientes rebeldes. Su aplicación fue clave en la guerra contrainsurgente en América Latina y el Caribe durante la década de 1980, con los “famosos” centros clandestinos de detención, y durante la llamada guerra contra el terrorismo islámico, con las cárceles secretas de la CIA y los prisioneros no reconocidos.
Doctrina de shock social
Desde la crisis de 1929 hasta el período de la post Segunda Guerra Mundial los programas económicos liberales no tuvieron ningún tipo de relevancia en las políticas aplicadas por los Estados. Su persistencia sólo fue sostenida por un pequeño grupo de intelectuales suscriptos a la escuela marginalista austríaca y a la escuela de Chicago, siendo Milton Friedman y Friedrich Hayek los más destacados voceros de la cruzada neoliberal contra el keynesianismo y el socialismo.
Más allá de fórmulas de laboratorio y las teorías académicas, la ideología neoliberal no tuvo ningún tipo de credibilidad hasta que la crisis de la década de años 70s dio la oportunidad de imponer las políticas del libre mercado. El propio Milton Friedman elaboró un plan de acción frente a las distintas catástrofes sociales y medio ambientales, en las que veía que las sociedades sufrían un estado de shock similar a la de los pacientes del Doctor Cameron. Su propuesta no sólo se basó en la espera de un gran cataclismo que conmoviera el orden social, sino que, también, proponía llegar a esa situación por medio de la acción directa de las élites suscriptas a la ideología neoliberal. De esta manera, tanto los golpes de Estado, como las guerras civiles o las invasiones militares, fueron parte de la ventana de oportunidades que las grandes empresas transnacionales utilizaron para acaparar nuevos negocios y mayores márgenes de ganancias.
Contradictoriamente e inintecionalmente los ideólogos del neoliberalismo corroboraban que el capitalismo no solo nació chorreando sangre y lodo, sino que sobrevive de la misma forma.
Los casos más relevantes de la aplicación de la doctrina de shock
Noami Klein desarrolla en su obra varios casos particulares en que las políticas neoliberales fueron impuestas hasta llegar a lograr la hegemonía mundial.
El primer ejemplo refiere al desastre desatado por el huracán Katrina en la ciudad de New Orleans, en 2005. La autora pudo realizar una suerte de trabajo de campo presencial en esa ciudad, donde constató que con la pérdida de viviendas, hospitales y escuelas, el gobierno de George W. Bush daba vía libre a los negocios inmobiliarios y a la privatización la enseñanza como consecuencia del desplazamiento de la población local.
Mientras los pobladores perdían sus casas y toda la infraestructura pública, los capitalistas norteamericanos amasaban grandes fortunas amparados en la nueva cultura del individualismo y la rapiña.
Estas políticas no fueron particulares y exclusivas de la gestión de Bush (hijo), sino que se conformaron a partir del modelo implementado durante la presidencia de Donald Reagan.
Tanto George Bush como su vicepresidente Dick Cheney y su Secretario de Defensa Donald Rumsfeld provenían de las grandes corporaciones empresariales, como la industria petrolera, la farmacéutica y la armamentística. Todos imbuidos bajo los dogmas del neoliberalismo friedmsoniano que entendían al Estado como un obstáculo para el desarrollo del capitalismo y a la ayuda social como una aberración a las leyes naturales del sistema.
La gestión de Rumsfeld tuvo como objetivo principal la privatización del Ejército de EEUU, por medio de la tercerización de las distintas áreas militares. Desde la logística hasta misiones operacionales, las nuevas empresas privadas de seguridad lograron contratos multimillonarios con el Estado.
Llamados anteriormente mercenarios, y hoy contratistas, las empresas como Blackwater y Halliburton fueron las estrellas del firmamento bélico durante las invasiones en Afganistán e Irak.
Si durante la Segunda Guerra Mundial la industria norteamericana pudo florecen y ampliar su frontera de producción, y por consecuencia también el consumo y el empleo, en esta nueva etapa neoliberal las nuevas empresas contratistas sólo generaron más gastos a las cuentas públicas sin generar ningún beneficio a la sociedad norteamericana, y obviamente mucho menos a los pueblos sometidos a la invasión de esta suerte de ejército mixto.
Más allá de la reconversión del Estado norteamericano (y del supuesto contrato social), la autora encuentra el primer embrión del neoliberalismo en los casos del golpe de Estado de Chile, con el derrocamiento de Salvador Allende por parte de las FFAA encabezadas por Augusto Pinochet, y en el golpe de Estado en Indonesia, con el derrocamiento de Sukarno por parte de Suharto.
En ambos casos el rol de los Chicagos Boys fue explícito y relevante al suministrar personal técnico, mediante acuerdos con universidades, como el caso de la Universidad católica en Chile, y funcionarios para las áreas económicas, en el caso de Indonesia.
El supuesto respeto a la libertad individual, pregonado por el liberalismo, no fue impedimento para que se implementaran políticas del libre mercado mediante el asesinato y la tortura[i].
A partir del modelo chileno la estrategia del shock social se aplicó al resto de América Latina por medio de dictaduras militares, con el aval de la embajada de EEUU y con el sustento económico de las transnacionales norteamericanas[ii]
Todos los países tuvieron los mismos programas, sin reparar en particularidades como ventajas relativas, recursos naturales, capacidad productiva, contexto geográfico, etc. Todo giró en torno a generar mejores negocios para los grandes capitalistas a través de: Privatizaciones de empresas públicas, reducción del poder adquisitivo de los trabajadores, despidos masivos del sector público y privado, reducción de las transferencias a las áreas sociales, liberalización del comercio exterior, programas de endeudamiento en el mercado financiero internacional, etc[iii].
Las consecuencias de estos programas fueron catastróficas con el achicamiento del aparato productivo, la fuga de capitales, las altas tasas de inflación, el aumento desmedido del endeudamiento público y el incremento de la pobreza, la desocupación y la desigualdad social.
El gran salto
Si bien los golpes de Estado y la guerra de exterminio que se llevaron adelante en América latina, bajo el amparo del imperialismo norteamericano, lograron doblegar a los pueblos e imponer las políticas neoliberales, no fue hasta 1990, con la caída de la URSS y el campo socialista, que pudieron extender estos programas a nivel mundial.
La llamada globalización no fue más que la imposición del sistema capitalista en su nueva fase financiera a todos los países, sin restricciones ni fronteras.
Con la debacle del campo socialista, la vieja burocracia se reconvirtió rápidamente en empresarios modelos de la era neoliberal. Transformados en los nuevos conversos de la libertad de mercado depredaron las empresas estatales y los bienes públicos, asesorados por los ideólogos y catedráticos norteamericanos.
Las consecuencias fueron las mismas que las que tuvieron los países del llamado tercer mundo. Una caída estrepitosa de la actividad económica y el incremento de la pobreza y la marginalidad.
A pesar de los resultados catastróficos, en los países donde se aplicaron las políticas neoliberales, los fundamentalistas del mercado recurrieron al artilugio de culpar a los políticos y a la población en general por no haber sido suficientemente aperturistas.
A modo de conclusión
Si bien Noami Klein logra en su libro demostrar que no hay en el liberalismo un ley natural del ordenamiento social, sino intereses de clases y fracciones que luchan por imponer sus modelos de Estado y de sociedad, la autora toma a la implementación de las políticas libre mercadistas como una expresión de un grupo mesiánico que pudo socavar la relación entre la sociedad armoniosa y el Estado como rol de garante esa armonía. Si bien la llamada globalización trajo aparejada mayores niveles de desigualdad social, la liberalización de los mercados, preponderantemente financieros, fue la resultante de la propia necesidad del sistema por reproducir y ampliar la extracción de plusvalía para acumular mayores niveles de capital.
Friedman y sus acólitos no fueron más que emergentes de la lucha social entre las clases trabajadores y los capitalistas, en consonancia con las distintas etapas históricas del capitalismo.
[i] El golpe en Chile no sólo fue el primer ensayo en el cono sur, sino tuvo la participación explícita de la empresa norteamericana ITT como promotora del derrocamiento de Allende.
[ii] Ford fue una de las primeras grandes empresas que dieron recursos a la, por aquel entonces, ignota escuela de Chicago.
[iii] En el caso del golpe de Estado en Argentina, las políticas neoliberales fueron introducidas por el entonces ministro de economía José Alfredo Martínez de Hoz y su equipo egresado de la famosa Escuela de Chicago, durante la presidencia de Jorge Rafael Videla. Mientras los centros clandestinos de detención se llenaban de presos políticos que eran torturados y posteriormente desaparecidos, la burguesía argentina vivió un éxtasis económico por medio de la timba financiera.