EL PAPA Y LA IZQUIERDA

Una ampliación del campo de batalla

Por Ibarra Eduardo

Esta vez, la figura del papa Francisco, a raíz de su reciente fallecimiento, vuelve a colocar a gran parte de la izquierda en una posición, podría decirse, metafísica, aun cuando ésta, para todo razonamiento, jure lealtad ante el altar de la dialéctica.

Una dualidad posicional que se encuentra tanto, del lado de los que reivindican la figura del fallecido pontífice (me refiero a quienes, por lo general, suelen carecer de la más mínima aproximación o implicancia para con la cultura cristiana y sus estructuras institucionales en toda su red de poder hacía otros poderes y hacia su propio ámbito); como del pretencioso grupo economicista, hacedor de teorías y principios atemporales.

Unos, se basan en una lectura política, donde todo varía y es factible de ser adaptado de acuerdo a la coyuntura del momento. Y otros, toman posición desde una sentencia establecida de antemano, con una fórmula maniquea, pero siempre infalible, de “buenos y malos”, de sometedores y sometidos.

Entre una vieja posición de raigambre anarquista, que cree que las instituciones humanas son impuestas y diseñadas de manera exógena a las sociedades y a las propias clases sometidas, y la volubilidad del relativismo culturoso, conforman un fangal teórico donde va naufragando la derrota del amplio campo de la izquierda.

Ambos representan la falsa contradicción del dogmatismo estructuralista del individuo reflejo vs el solipsismo defensor del sujeto sin realidad objetiva.

Si entendemos que la dialéctica es movimiento constante, que se establece tanto en la naturaleza como en la cultura, se torna dificultoso comprender los hechos históricos (en este caso la repercusión de la muerte de un Papa con características peculiares dentro de una institución como la iglesia) sin tomar en cuenta cuál implicancia tiene o puede tener en las relaciones sociales a nivel mundial.

Plantear conclusiones ad hoc desde posiciones previamente establecidas transforman la prognosis en simples predicciones. 

Si la lucha social implica a las conciencias de los individuos que componen las clases que se enfrentan, cabe preguntarse ¿Qué incidencia tiene la figura de Francisco en la subjetividad de esas clases?

Para plantear un análisis lo más próximo a la realidad social hay que desechar pretensiones voluntaristas, donde obviamente, no se puede pretender encontrar cambios estructurales radicales, ni superficiales apreciaciones morales, por más masivas que sean. 

Ningún marxista está obligado a construir grandes y maravillosas teorías.

En cambio, sí se encuentra obligado a realizar análisis reales de los procesos históricos y sus incidencias en el presente y en el futuro, en cuya finalidad se encuentra la acertada praxis política.

Todo movimiento revolucionario, triunfante o no, estuvo sostenido en la comprensión veraz de que la organización social en el capitalismo está determinada por la lucha de clases, como una ley intrínseca e imperativa.

Por lo tanto, si la política se encuentra basada en las reglas de la guerra (civil) por otros medios, cada fenómeno social, sea del ámbito que sea y que tenga implicancia en la propia organización social, se deberá plantear hasta qué punto la figura de un Papa “reformista” (calificativo que dejo a criterio de quien lo quiera tomar) implica un avance táctico de las clases dominadas o de sus enemigos. O qué grado de penetración tiene la figura de este individuo en la subjetividad de las clases, si es que la tiene. ¿Es un hecho trascendente o anecdótico? ¿Es otra figura manipulable del sistema o es una figura disruptiva?

Sean cuales fueran las respuestas, todo se encuentra condicionado dentro de lo que Gramsci llamó, para los regímenes políticos occidentales, la guerra de posiciones. Guerra en que las víctimas no son sujetos pasivos o predeterminados ontológicamente.

Recomponer el campo revolucionario luego de las derrotas infligidas a fines del siglo 20, significa también recomponer la metodología que rige los programas con sus tácticas y estrategias. Ello incluye al propio sujeto social en su conciencia, donde la creencia teleológica contiene una profunda raigambre materialista que posibilita la acción.

Es por eso que la importancia del análisis que debe llevarse a cabo se radica en determinar si la imagen que las masas oprimidas han construido en torno a la figura de Francisco aporta a la construcción de su propia subjetividad como clase emancipadora o, si la sumerge aún más en el sesgo de la incomprensión de su rol histórico.

No proponemos describir la nefata función que el vaticano ha desarrollado en su milenaria existencia. Tampoco pretendemos analizar la cultura de la victimización que el cristianismo ha implantado sobre las clases desposeídas. En esta breve nota se intenta plantear los métodos para el abordaje de las clases trabajadoras, en su complejidad y heterogeneidad.

Seguramente todo militante de izquierda conoce el recorte de la frase de Marx, repetida hasta el hartazgo, de que la religión es el opio de los pueblos. En realidad, lo que Marx expresa, en la frase completa, es que la religión es la única esperanza de los trabajadores ante un mundo de miseria, el cual no permite otra salida que la opción de esperar una mejor vida en otro plano de la realidad.

En este sentido la tarea de los comunistas es ser la esperanza real de la vida digna para el pueblo trabajador.

Revista comunista de análisis y debate