Por Eduardo Ibarra ——
El abordaje del marxismo ha sido, desde su nacimiento, una cuestión compleja y problemática, dentro de los debate académicos (de supuestos eruditos) y en la propia acción política de los movimientos revolucionarios (ámbito fundamental y verdaderamente importante).
En la mayoría de los casos una aproximación a las primeras nociones del marxismo es en términos generales, las que remiten a una visión estructuralista y determinista. Si bien el siglo XX estuvo atravesado por un océano infinito de debates y de confrontaciones políticas en torno a esto, los errores políticos han sido las consecuencias más drásticas y relevantes a la hora de confrontar interpretaciones y deformidades.
Tanto Marx como Engels tuvieron distintos puntos de vista con respecto a diversos análisis que no encuadrarían en las posteriores posiciones ortodoxas. En diversos artículos fue el propio Marx que remarcó que la construcción del socialismo no estaba marcada por etapas idénticas para el desarrollo del capitalismo en cada país, claramente expresado en su visión de Irlanda como de Rusia. A su vez fue Engels quien menciona en una carta a Bloch la importancia de los factores económicos, pero que a la vez remarca otros aspectos que influyen en la historia, dejando por sentado que sólo se menciona que la estructura determina la superestructura y nada más, o sea, no abarcaron más porque no pudieron abarcar más. Si bien Engels fue quien más rasgos positivistas plasmó dentro de su obra Anti Dühring, la cual posteriormente fue utilizada como característica principal en la formulación del llamado materialismo dialéctico. La intención del padre del materialismo histórico fue la de escribir una serie de libros en la cual el Capital era el primero dentro de una obra que abarcaba seis títulos. ¿Por qué no lo hizo?, simplemente porque se murió.
Si bien ya en vida de ambos pensadores la propia filosofía política iba siendo deformada, después de sus muertes es cuando más fuertemente comienzan ciertos representantes del marxismo a imprimirle características a conveniencia, intereses y de acuerdo las circunstancias políticas en juego.
Desde el reformismo socialdemócrata pasando por el socialchovinismo hasta el tradeunionismo, autores defeccionados como Bernstein o Kaustky, han deformado al marxismo en función de la propia condición política europea. Fueron éstos como fieles y más destacado representante del pensamiento de Marx y Engels, quienes apoyaron la colaboración con el Estado burgués en función de unas reformas gradualistas, y fue Kaustky quien apoyó la Primera Guerra Mundial a favor de que el proletario europeo entre en la conflagración fratricida, pero también fue el que introdujo la idea falsa de que los autores del materialismo histórico eran intelectuales escindidos de las masas obreras europeas, desconociendo toda la actividad política y debate entre los trabajadores de distintos países, inclusive y muy importante, en la creación del Manifiesto Comunista.
El hecho más trascendente y complejo para el marxismo fue la tesis de Bujarín, que impuso, con el poder del aparato stalinista de por medio, la idea de que el marxismo es una ciencia que predice todo, cuyas leyes son irreversibles por medio de las cuales se realiza indefectiblemente el socialismo, por lo tanto el poseedor del conocimiento de esas leyes es quien sabe dirigir a las masas hacia un futuro deseable, cosa que supo utilizar muy bien todo el andamiaje burocrático stalinista, el cual se encontraba en un momento histórico de desmovilización y carencia de cuadros, producto de años de guerra civil y purgas. El marxismo pasó a ser un dogma y no una filosofía en permanente movimiento y reformulación.
En el período post Segunda Guerra Mundial hay otra versión del marxismo que establece la objetividad de las relaciones sociales dentro del marco económico como determinante de la superestructura. Es el filósofo francés Althusser quien basándose más en una concepción spinozoniana deformó la teoría y praxis marxista.
Después de un sinfín de debates, nombre, libros, refutaciones, contrarefutaciones, post, neos, etc, el marxismo entra al siglo XXI de la mano de un cambio en históricos en distintos países de América Latina, donde la construcción del socialismo hacia una sociedad comunista tiene su mirada e impronta propia, dejando de lado al dogmatismo y a todo determinismo paralizante, rescatando a los grandes constructores del marxismo, tanto en la teoría como en la práctica (ambos aspecto unidos indefectiblemente). Nombres como Vladimir Lenin, Antonio Gramsci, Georg Lukács, Antonio Mella, José Mariátegui, Héctor Agosti etc, son los que han contribuido la conformación del marxismo de cara a una sociedad igualitaria y en definitiva más humana. Son los que rompieron los moldes preestablecidos de los guardianes del dogma, los eruditos iluminados reguardados en claustros de palabras sin vida, son los que han aportado al marxismo aquello que Marx supo ver en la esencia misma de la vida del hombre, que todo es movimiento y ese movimiento está sujeto a la acción del hombre frente a la naturaleza y frente a las disputas de los distintos estamentos y clases sociales de acuerdo a cada momento histórico.
La filosofía de la historia y el hombre
La reproducción de un marxismo dogmático de manual e inofensivo, ante la imposibilidad de traslación de modelos ahistóricos y sin la impronta de cada pueblo, sigue superviviendo en distintos sectores y grupos izquierdistas con más o menos poder mediático y académico.
Distintas versiones trasnochadas del marxismo toman al Capital como un manual infalible para todo tipo de situaciones y desde una perspectiva netamente economicista, ya sea desde el troskismo (tan de moda en nuestro país) hasta los resabios del stalinismo. Esto imposibilita la inserción del marxismo como cultura propia de las clases trabajadoras para la generación de una identidad socialista frente a la hegemonía burguesa en todas sus variantes. El entender a las clases trabajadoras y a la propia burguesía en función del momento histórico en el cual escribió Marx, alegando una supuesta pureza ideológica, hacen del marxismo una ideología estéril en función de una casta de charlatanes y políticos de poca monta, hacen a la imposibilidad de alianzas entre distintas clases subalternas, inclusive con ciertos sectores de las burguesías autóctonas, para la construcción del socialismo.
…muchos marxistas están persuadidos de que todas las fases de la evolución se dan en la misma forma en casi todos los pueblos modernos… Antonio Gramsci
Nada está preestablecido, todo lo escrito y analizado corresponde a un momento en la historia del hombre, a sus necesidades y a sus posibilidades de acuerdo al momento en que vive. Si la dialéctica muestra los movimientos en la historia donde todo se crea y perece, es un contrasentido tomar modelos como reglas eternas. Los pueblos cambian y el propio sistema capitalista no es lo que fue, por lo tanto las respuestas no pueden ser las mismas, y esas respuestas están en las manos de los pueblos de acuerdo a sus posibilidades. Cuando Marx criticó al materialismo primitivo de Feuerbach, lo hizo en función de que las condiciones materiales no son las que determinan al hombre, no es un ser pasivo frente a la naturaleza, sino que es un ser cultural que acciona sobre el medio a fin de transformarlo para su bienestar, y que es al mismo tiempo condicionado por el mismo medio que modificó, el cual volverá a transformar para satisfacer sus nuevas necesidades. El centro de la teoría marxista es el hombre en su lucha por la liberación de su naturaleza biológica animal, y de la subordinación frente a otros hombres en las relaciones sociales de cada etapa de su vida histórica. En definitiva el comunismo es la liberación para que todo hombre tenga las riendas de su destino, no bajo la falsa idea de libertad individual del liberalismo concebida como forma de despojo de las clases trabajadoras, sino desde la verdadera libertad, que es la del ser social, la del ser colectivo igualitario. Solo el ser socializado puede liberar y ejercer todas sus potencialidades, sin división social del trabajo, ni de clases, sin la separación entre intelecto y esfuerzo físico (entre los que piensan y los que hacen).
Ahora bien, la separación repetida hasta el cansancio, entre la estructura y la superestructura, siendo la primera las relaciones de producción que determina a la segunda compuesta por el Estado dentro del campo político, jurídico, ideológico y cultural, carece de asidero científico y denotan un arrastre ideológico de la naturalización de las formas económicas burguesas para entender y formular un mirada social del sistema capitalista. La concepción de la economía como ente fundamental y articulador de todos los demás aspecto de la vida de una sociedad, surge con el triunfo de la burguesía por sobre la monarquía y demás estamentos, naturalizando de éste modo la sumisión de la clase obrera y el campesinado a la lógica de la reproducción del capital. Esto es tomado por muchos marxistas guardianes de la ortodoxia a través de una lectura sesgada en lo económico del Capital y como una obra cúlmine sin pasado (ya que relegan otros trabajos anteriores) y sin futuro (porque desconocen como herejes cualquier crítica o modificación).
Las condiciones objetivas materiales son las que condicionan al hombre en cuanto al medio en el que se desenvuelven, pero nunca es el medio que determina y sublima al hombre en su accionar, con más o menos libertad o más o menos opciones. Al respecto Gramsci sostenía (desde la cárcel fascista y en pésimas condiciones):
…la filosofía de la praxis (marxismo) es una reforma y un desarrollo del hegelianismo, es una filosofía liberada y (o que busca liberarse) de todo elemento ideológico unilateral y fanático; es la conciencia plena de las contradicciones a través de las cuales el filósofo, entendido individualmente o como grupo social entero, no sólo comprende las contradicciones, sino que se coloca a sí mismo como elemento de la contradicción, eleva este elemento a principio de conocimiento y, por lo tanto, de acción. El “hombre en general”, de cualquier manera que se presente, es negado, y todos los conceptos dogmáticos “unitarios” son disueltos y destruidos en cuanto expresión del concepto de “hombre general” o de “la naturaleza humana” inmanente en cada hombre.
Es un hombre “histórico” en un momento histórico que ocupa un lugar dentro de la sociedad, en forma concreta y no abstracta, que tiene capacidad de acción y por lo tanto de transformación. La corriente de la historia nos arrastra (por las clases dominantes) si nos dejamos arrastrar. Claramente es estar anclados a una concepción economicista que nos ancla en un lugar determinado, supeditando nuestra conciencia a los hechos circundantes.
Como sostuvo el gran Luckacs, el hombre no es un ser conformado por su historia y determinado por las condiciones presentes, es también, un ser con futuro y con idea de un futuro que lo constituye en su propio presente. Por lo tanto no podemos ver al hombre en función ontológica de su ser, sino en su carácter teleológico. Todo hombre y por ende clase social, tiene una proyección a futuro que establece su comportamiento en el presente, a fin de poder, o intentar, construir ese futuro anhelado (que lo logre o no y en qué medida lo logra, es otro tema). Como sostenía el no asumido estructuralista Foucault, cualquiera fuesen las condiciones en las que se encuentran las clases subordinadas, siempre hay márgenes de acción para la resistencia a las relaciones sociales de producción y dominación. Por lo tanto el hombre/clase se propone aquello que puede lograr, aquello que está a su alcance de acuerdo al momento histórico en que vive. Marx los describe claramente en la “Crítica de la economía política”:
La humanidad se plantea siempre sólo los objetivos que puede resolver… surge solamente allí donde las condiciones materiales de su realización existe ya o por lo menos, se hallan en el proceso de su devenir… una formación social de producción no perece antes de que se hayan desarrollado todas las fuerzas productivas por las cuales es aún suficiente y moderna…
La idea de un futuro que una clase puede pretender, no es una especulación fantástica, es el desarrollo de su propio presente atado a su voluntad.
En un pasaje de sus “cuadernos de la cárcel”, Gramsci lo expone en forma clara y contundente:
La pretensión (presentada como postulado esencial del materialismo histórico) de presentar y exponer cada fluctuación de la política y de la ideología como una expresión inmediata de la estructura, debe ser combatida teóricamente como un infantilismo primitivo, y prácticamente con el testimonio auténtico de Marx, escritor de obras políticas e históricas concretas…
Se podrá ver cuánta cautela real introdujo Marx en sus investigaciones concretas, cautela que no podría hallar lugar en las obras generales. Con esta cautela se podrían agrupar, como ejemplos, los siguientes:
-
La dificultad de identificar en cada ocasión, estéticamente (como una imagen fotográficamente instantánea), la estructura; la política es, de hecho, en cada ocasión, el reflejo de las tendencias de desarrollo de la estructura, tendencias que no tienen por què realizarse necesariamente. Una fase estructural sólo puedo ser analizada y estudiada concretamente después que han superado todo su proceso de desarrollo, no durante el proceso mismo, a no ser que se trate de hipótesis, y declarando explícitamente que se tratar de hipótesis.
-
De ello se deduce que un determinado acto política puede haber sido un error de cálculo de parte de los dirigentes de las clases dominantes, error que el desarrollo histórico, a través de las “crisis” parlamentarias gubernativas de las clases dirigentes corrige y supera; el materialismo histórico mecánico no considera la posibilidad del error, sino que considera a todo acto político como determinado por la estructura, inmediatamente, o sea, como reflejo de la modificación real y permanente de la estructura…
-
No se tiene en cuenta suficientemente que muchos actos políticos son debidos a necesidades internas de carácter organizativo, esto es, ligadas a la necesidad de dar coherencia a un partido, a un grupo, a una sociedad…
En la discusión entre roma y Bizancio sobre la procesión del Espíritu Santo, sería ridículo buscar en la estructura del Oriente europeo la afirmación de que el Espìritu Santo procede solamente del Padre y en la del Occidente la afirmación de que procede del Padre y del Hijo.
Las categorías estructurales están en función meramente analíticas a modo de simplificación para el abordaje teórico, en el cual se establecen abstracciones para comprender ciertas “leyes” o conductas que rigen en distintos ámbitos, pero no como compartimientos estancos o metafísicos. Tanto en la estructura como en la superestructura la reproducción del capital se realiza en lo político ideológico como en lo cultural y económico, con cierto grado de autonomía en la que todas las clases sociales se enfrentan o se alían.
El obrero frente a una máquina no sólo se encuentra despojado y violentado (en su pasado y presente como clases), sino que también la relación que se establece en los modos de producción tiene ver con un modelo cultural de valores y legitimaciones. El obrero va trabajar por necesitad económica y también por la naturalización de su alienación y explotación. Marx no solo atacaba al sistema capitalista por la expropiación del plusvalor por parte de la burguesía, también atacaba al sistema por la deshumanización de hombre trabajador frente al desarrollo tecnológico, por lo que reclamaba por el fin de la explotación y la independencia y dominación de procesos productivos, para la plena realización de todo hombre en plano de igualdad. La lucha de la clase obrera por dejar de estar atado a la ley del valor, a la mercantilización de la vida.
Esto implica:
1 En las propias bases materiales de producción la cultura, la ideología están presentes no como elementos ajenos o complementarios, sino como aspectos integrados indisociables. Un obrero es obrero tanto económicamente, como culturalmente, sin la cultura (de clase burguesa o de clase proletaria) no sería un hombre sino un animal, y a la propia burguesía tampoco le sirve un animal.
2 Como claramente mencionó el historiador inglés Edward Thompson en su, ya clásico, libro, El origen de la clase obrera en Inglaterra, la clase no se forma sólo por los medios de producción. La clase se constituye a partir de la construcción de la identidad de la clase, la construcción de su cultura que identifica como tal. Un millón de hombres produciendo en las fábricas, son un millón de individuos trabajando. El todo es la cultura propia que los identifica, crea las nociones en común.
3 En la llamada superestructura la lucha por la reproducción del capital se da entre los poseedores de los medios de producción y los despojados, pero también entre fracciones de las distintas clases sociales. Ninguna clase se encuentra ajena a la lucha cultural, política e ideológica, salvo que sea una clase caduca, un resabio del pasado.
Lo cual implica que la política no es un reflejo de la economía, son ambas caras de una misma moneda, que se penetran e influyen mutuamente.
El ejemplo más claro es el caso del litigio internacional que el Estado argentino sostiene con los grupos capitalistas financieros transnacionales, llamados fondos buitres, donde un juez de EEUU determinó que los bonos de deuda estatal deben pagarse miles de veces más que su valor de adquisición, por lo que el pueblo argentino tiene que trabajar para pagar a unos especuladores internacionales sólo por una interpretación de una ley extranjera, sin mediar relaciones “objetivas” de producción.
En la estructura “objetiva” se dan las luchas culturales por la subordinación de las clases trabajadoras por parte de las burguesías. La manifestación de la dominación brutal y violenta ante los avances y reclamos de los obreros en determinados momentos históricos, se ejerce sólo en un momento dado y con claras limitaciones. Es por medio de la naturalización de las relaciones de producción que se “ata” al obrero a la máquina y se generan bolsones de desclasados, es por medio de lucha cultural donde se aplicaron y se aplican los modelos económicos ideológicos del fordismo y el taylorismo, y en donde la llamada globalización de los mercados financieros se propaga por medio de universidades empresariales y los cursos distintos cursos para empresas a fin de ganar la conciencia de las clases subalternas, adoptando conceptos y valorizaciones propias de las burguesías transnacionalizadas. Se han generado nuevas corrientes de pensamiento en las distintas disciplinas científicas e incorporando distintas herramientas de esos campos a las llamadas ciencias empresariales. Los conceptos cercenados de Marx, Maquiavelo, Hobbes etc, son resignificados para explicar la expansión de los mercados financieros y la destrucción del Estado de bienestar o intervencionista. El famoso “adaptarse al cambio” fue la punta de lanza de la batalla cultural de la burguesía, para derrotar cualquier forma de resistencia a la avalancha globalizadora. Las distintas y disimiles religiones no fueron la excepción a la ola neoliberal, que dentro de una mixtura amorfa se conjugaron prácticas y creencias en pos de un individualismo hedonista y consumista.
4 En el ámbito de la lucha política por hacerse del gobierno, cada clase y fracción de clase lucha para conformar un nuevo bloque de poder, a finn de hegemonizar y subordinar a las demás clases. En ésta lucha las fracciones burguesas pueden provocar distintas crisis llamadas de representatividad o gobernabilidad, las cuales no implican una crisis económica fatal del propio sistema capitalista. Es claro que si se piensa que la estructura “objetiva” determina la superestructura “subjetiva”, cualquier crisis es entendida como una crisis de las relaciones de producción y de un carácter profundo e irreversible. Gramsci lo refuta destacando que las luchas por una nueva conformación de las alianzas interburguesas pueden generar crisis de carácter coyuntural. También la reproducción y acumulación del capital genera ciclos de expansión y depresión, que no son signos de deterioro fatalista del sistema, sino la manifestación de la propia lógica contradictoria del capitalismo.
En definitiva, Gramsci menciona a modo de conclusión:
No se trata de descubrir una ley metafísica de “determinismo” y tampoco de establecer una ley “general” de causalidad. Se trata de comprender cómo en el desenvolvimiento histórico se construyen fuerzas relativamente “permanente” que obran con cierta regularidad y automatismo.
Cada sistema se desarrolla y reproduce a través de la hegemonía cultural que abarque al conjunto de las clases subalternas. Cada ley es una ley permanente de acuerdo a cada sistema y la lucha de clases implica la naturalización o ruptura de la cultura e intereses de clase. La lucha es para demostrar que las leyes son intrínsecas a cada sistema en cada momento histórico y no leyes eternas infalibles
La mejor forma de dominación es no saber que se está dominado, es la aceptación del sentido común, que no es más que el sentido que las clases dirigentes imponen a las demás clases. Para romper esto es necesaria la acción política para hacer salir a las multitudes de la pasividad, destruir la ley de los grandes números… por medio de la coparticipación activa y consciente, creando un lazo estrecho entre la masa, partido, grupo dirigente, y todo el conjunto como hombre colectivo.
La dialéctica
Se ha hecho de la dialéctica marxista una fórmula matemática infalible, en parte producto de tomar la concepción positivista del “Anti Dürhing” donde se aplica las leyes de la naturaleza en su desarrollo dialéctico a la política y las ciencias sociales en general. Tal es así que tantos teóricos superficiales y políticos del izquierdismo vulgar, van buscando en cada hecho social la tríada que puede dar a cada tesis su antítesis, a fin de llegar a una síntesis. Sin embargo no todo en la vida está dado por una tríada permanente y no toda negación dará un paso hacia una síntesis abarcadora, y mucho menos superadora.
La negación de una clase y su posible superación por otra, estará supeditada a la construcción consiente y al desarrollo histórico de la clase que niega, cuyo resultado no está determinado de antemano. En las relaciones sociales dos más dos difícilmente sean cuatro.
Ahora bien, se puede llegar a encontrar una concepción determinista de la dialéctica en los llamados (artificialmente) escritos políticos de Karl Marx, sin embargo esto es parte de una lectura dogmática, manipuladora y fuera de contexto histórico.
Entre los escritos “políticos” el Manifiesto” es el más destacado, que induce a concebir a la dialéctica como una fórmula mágica para el devenir de la lucha de clases, pero para comprender esto hay que tomar en cuenta dos factores más que importantes:
-
El Manifiesto no fue escrito por Engels y Marx de forma aislada de la clase obrera europea del siglo XIX, sino todo lo contrario, fue debatido y pensado con los trabajadores y a pedido de éstos, por lo tanto la acción y voluntad de la clase está más que presente en cada uno de los principios que se exponen.
-
El Manifiesto es un libro que apuntó a la acción de una clase explotada y débil frente a una naciente burguesía industrial, cuya voluntad y desarrollo era enorme (como lo demostró la historia del siglo XX). Frente a esta situación la necesidad de generar una moral y cultura socialista de la clase obrera, implicó la construcción de una fe científica que levantara a las masas explotadas. Por lo tanto, ante el desarrollo de la lucha el convencimiento del triunfo asegurado es más que necesario.
En conclusión. Toda construcción de la cultura y conciencia de clase implica la acción directa de las masas en su formulación y la internalización o convencimiento de que el futuro es posible. El cerebro necesita del corazón, como el corazón del cerebro.
Al respeto Gramsci, como un gran antideterminista, escribió:
Cuando no se tiene la iniciativa en la lucha, y cuando la lucha misma termina por identificarse con una serie de derrotas, el determinismo mecánico se convierte en una fuerza formidable de resistencia moral, de cohesión, de perseverancia paciente y obstinada.
La voluntad real se disfraza de acto de fe en cierta racionalidad de la historia, en una forma empírica y primitiva de finalismo apasionado, que aparece como un sustituto de predestinación, de providencia, etc., de las religiones confesionales… Pero cuando el “subalterno” se torna dirigente y responsable de la actividad económica de masas, el mecanismo aparece en cierto momento como un peligro inminente, y se produce una revisión de toda la manera de pensar porque ha ocurrido un cambio en el modo social de ser. Los límites y el dominio de la “fuerza de las cosas” son restringidos. ¿Por qué? Porque, en el fondo, si el subalterno era ayer una cosa, hoy ya no lo es; hoy es una persona histórica, un protagonista; si ayer era irresponsable porque era “resistente” a una voluntad extraña, hoy se siente responsable porque ya no es resistente, sino operante y necesariamente activo y emprendedor. Pero incluso ayer, ¿fue solamente mera “resistencia”, mera “cosa”, mera “irresponsabilidad”?. Ciertamente, no. Al contrario, es menester poner de relieve que el fatalismo no es sino la forma en que los débiles se revisten de una voluntad activa y real.
Cuanto te debemos Gramsci y que poco te hemos reconocido.
Es claro que la construcción de una ideología contra hegemónica requiere de la construcción consiente de las masas y de su incorporación como acto de fe para emprender la lucha. Ninguna Revolución se lleva adelante y triunfa debatiendo sí el futuro es dudoso o las condiciones “objetivas” materiales se imponen a la cultura “subjetiva”, ninguna lucha total como son las guerras civiles son en nombre de una construcción a futuro, el grito de guerra es del triunfo seguro, sin dudas y determinado, porque somos los que debemos triunfar y triunfaremos.