Nota de Diego Sztulwark

Santiago Caputo no es un personaje interesante. Dice de sí: «yo no soy un libro». Es un consultor, un emergente de las redes y las encuestadoras, que soñó con ser espía y quedó a cargo de un gobierno. Su paso por la Facultad del Ejército y por Ciencia política de la UBA no le dieron a este sobrino radical de Dante Caputo una formación particular. Su paso por la Facultad de Sociales consistió en rechazar la bibliograafía y militar a Franja Morada. Fue Yacobitti quien lo rescató para la política sin ciencia. Maia Jastreblansky y Manuel Jove (ella de La nación, él de TN) han escrito un libro sobre él. La llamaron El monje. Marketin. previsible (comprensible: no lo iban a llamar «el hombre que se creía Lönrot). Allí cuentan que el joven radical, enfrentado a leer a Ernesto Laclau o a Walter Benjamin, escapó hacia las series norteamericanas de plataformas. La imagen que se hacen de Caputo es la que Caputo quiere difundir: alquien cuya imaginación no es teórica sino mítica. Escribir sobre Caputo, ¿porqué no? todo personaje tiene su lugar en el drama de una historia, a condición de detectar los puntos de intensidad que lo hacen formar parte de esa trama. No es el caso. El monje es un libro de un cierto periodismo que acumula entrevistas y redacta perfiles de figuras de «actualidad», sin repara en las cuestiones dramáticas de los fenómenos en torno a los cuales estos personajes cuentan. En mas de una oportunidad los autores aciertan al decir que las consultoras son investigación del mundo social, productoras de un conocimiento sin el cual no hay verdadera escucha de lo popular. Pero el problema que así presentan se va, se les escapa, o no lo es interesa. Pero ¿porqué importa Santiago? La respuesta que da el libro es que este miembro de la parte no macrista del clan Caputo se vio incluido en el «triángulo de hierro» –Milei dixit– que gobierna hace casi año y medio el poder ejecutivo. ¿Y porqué quedó allí incluido? Las razones parecen ser tres: entiende como nadie a un ser incomprendido que gobierna un pais; se fascina el rol de guionista libertariano (guiona discursos presidenciales, dispositivos de poder y a jóvenes influencers), y porque tolera realizar tareas vidriosas. Si algo interesa del personaje y del libro es la sugerencia según la cual para la política 2.0 guionar es gobernar. ¿Qué espesor real tiene esta idea? Caputo llegó a Milei vía la consultora Move Groups, ex Duran Barbar. La venta estándar del pac está hecho de encuestas, focus, análisis de redes y asesoría en táctica electoral. Move ha sabido situarse en el corazón promiscuo de la política: en 2023 trabajó para el mileísmo, el macrismo, el massismo y el kirchnerismo (y La Cámpora). En cuanto al título del libro: la figura del «monje» remite al sigilo y la retracción, a la creencia y a la sabiduría. Caputo es un consultor al que le toca guionar un gobierno desde adentro. Que casi no muestra su rostro en público ni se le conoce la voz (quizá porque vale más hacer creer que hay algo que se oculta cuando no hay demasiado que mostrar). La pasión política del consultor no está ligada a fe alguna, sino al pacto de saber técnico de centa de candidatos por dinero. La sabiduría que ostenta este monje 2.0 carece de esoterismos, que no sean surgidos de películas y publicaciones de la derecha extrema nortemamericana. Excepto por su evocación a Parravicini, de quien surge el nombre Faro, de la fundación oficial que recauda dinero para las elecciones 2025. Caputo no es tampoco hombre de acción, salvo que por tal se entienda el oficio del operador político que aprieta legisladores y nombra funcionarios en la SIDE. Demasiado burocrática su idea de la aventura. Frente al modelo del homber de acción que perturba los ideales del siglo XX, un Limonov ,Caputo no pasa de la categoría de funcionario llibertariano.

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