Por Jacobo Mansilla
LA CONTRA, LA FUGA Y EL SOCIALISMO
Desde hace cuatro décadas la Argentina atraviesa un periodo descendente en la lucha de clases revolucionaria, en otras palabras estamos transitando por una contrarrevolución, bajo el manto de la democracia burguesa, lo que alicienta un ancho camino de fuga de intelectuales del campo del marxismo y afines, hacia el campo de la “intelectualidad orgánica” al régimen capitalista en versiones vulgares y más sofisticadas.
Este fenómeno presenta una regularidad histórico-política, producto de las derrotas y los influjos del reflujo, a escala local, en el continente y también en el planeta. Para poner la cabeza a pensar y dar una disputa con los que nos invitan con el arrepentimiento y el posibilismo facilista de la realpolitik “es lo que hay” nos parece indispensable, releer críticamente a la lucida e inquieta, Ellen Meiksins Wood y su trabajo “Trabajo, clase y estado en el capitalismo global”.
BREVE ANTOLOGÍA
Ellen nació en 1942 en la ciudad de Nueva York, en el periodo de desenlace de la segunda guerra mundial, en el seno de una familia de exiliados de judíos-letones, militante en el Bund, que partieron al exilio a fines de los años 30. Al finalizar la guerra, sus padres se separan y junto a su madre, parten para Alemania, bajo una misión del Comité de Judíos en Nueva York, que trabajaba con personas desplazadas. Su primera experiencia militante se dio en el marco de las consecuencias perpetradas por el fascismo y la guerra.
Estudió y se recibió de doctora en Ciencias Políticas en la Universidad de California, pero su labor de docencia e investigación se desarrolló en la Universidad de Toronto en Canadá. En los años 70 ser marxista era una cuestión de intensa disputa: la ruptura del estalinismo, el auge del eurocomunismo, el resurgimiento de los partidos trotskistas y maoístas y el fortalecimiento gradual de los nuevos movimientos sociales llevaron a un intenso debate dentro del marxismo sobre los principios fundamentales, la estrategia política y el sujeto revolucionario. Durante este periodo Ellen simpatizaba con el crisol de identidades de la denominada “Nueva Izquierda”, que habían roto con el dogmatismo estalinista, pero seguía considerando que el sujeto revolucionario era la clase obrera. Fue colaboradora de la revista Registro Socialista, en la que escribían E. P. Thompson y John Saville entre otros.
Fue miembro activa a partir de 1983 de la revista marxista, The Neft Rewiew británica hasta 1993, entre 1997 y 2000 coeditó, junto con Paul Sweezy Harry Magdoff la revista norteamericana Monthly Review y colaboradora asidua de otras publicaciones marxistas del habla inglesa (Norteamericana y Europea). En su antología Ellen, mantuvo la toma de partido, dentro de la militancia socialista y el feminismo, pero sin sumergirse en las modas de las trampas, se mantuvo como una intelectual comprometida, que supo no arriar las banderas ante los encantamientos de los eufóricos neo-liberales , los más recientes “renegados” y sus pares de izquierda movimientistas y en los partidos políticos de la izquierda, un debate con varios interlocutores al mismo tiempo.
La defensa que hizo Wood del análisis de clase, supuso un método, la insistencia en la necesidad de fundamentarlo mediante la investigación empírica y no verdades teóricas a priori.
En 1986, se editó La retirada de las clases (The Retreat from Classes) que la consagró como una intelectual marxista de fuste. El libro planteo un debate en un doble frente, por un lado, al interior de la izquierda norteamericana, la denominada, “la nueva izquierda”, que se encontraba en retirada hacia el posmarxismo y por otro, a modo de respuesta a otros intelectuales marxistas como Nicos Poulantzas, Ernesto Laclau, Gareth Stedman Jones o André Gorz. Formuló una defensa intelectual del marxismo y de su intervención política, se opuso a una generación que había coqueteado con el marxismo revolucionario y el análisis de clases.
En sus últimos años se jactó de un acto político, en el que argumentó la causa del marxismo cara a cara contra un líder socialdemócrata: su querido esposo Ed Broadbent, una figura icónica de la izquierda canadiense y líder del Nuevo Partido Demócrata en los años setenta y ochenta. El 14 de Enero de 2014, nos dejaba, la politóloga, filosofa e historiadora, feminista entre otros oficios, Meikins dejando un lugar, difícil de llenar y un legado político e intelectual a continuar.
¿QUIÉN DIJO QUE TODO ESTA PERDIDO? LA LUCHA TEÓRICA Y POLÍTICA
I.El reflujo
Meikins Wood, comienza el trabajo, con un diagnostico pesimista, pero no derrotista, acerca de la ruptura de lazos por parte de los Partidos Socialdemocratas, Socialistas y aún Comunistas, con el movimiento obrero, expresadas en el abandono de una acumulación política, sindical y en el lenguaje clasista, lo que abona en la orfandad del movimiento obrero norteamericano y europeo. El cuadro presentado por las pinceladas de Wood, representan unos trazos gris sobre un fondo gris, pero sobre los fondos y paisajes desoladores, crecen los cardos sin domesticar junto a las flores.
II.La globalizacion: fortalezas y debilidades
Luego presenta un problema, que después de la caída del Socialismo en la URRS y en el Este Europeo, se pondría de moda en la academia y en el mundo político, la llamada globalización, que se encuentra en pleno proceso de crisis y en revisión por los propios intelectuales aduladores. Sobre este telón de fondo de esta doble crisis, en la izquierda y en los defensores del capitalismo actual, Meikins, considera una preocupación capital, aportar líneas de reflexión en el “rio revuelto” de los tiempos posmodernos.
Para polemizar con lo que denomina la versión oficial del Neoliberalismo, presenta los rasgos que estos consideran centrales para definir el contenido del concepto globalización: desde los años 70 asistimos a una nueva era, la “globalización”, que consiste en la internacionalización de capital en la producción, el predominio del poder global de ciertos organismos, la hegemonía del capital financiero y un desplazamiento de los estados nación. Pasa revista de los defensores más acérrimos y moderados de este enfoque.
Luego de presentar a sus adversarios, comenzará con sus observaciones agudas contra los supuestos implícitos y explícitos sobre la globalización. Para comenzar, la tesis general sobre la globalización no es universalmente aceptada. Nadie duda que la economía mundial se encuentra más mundializada con mercados y transacciones internacionales que abarcan el planeta entero. Pero lo que se pone en entredicho es, cuanta producción se internacionalizo verdaderamente, cuestiona la afirmación sobre la movilidad del capital industrial y también de la existencia misma de las llamadas corporaciones “multinacionales”. Sobre esta última sostiene, que solo existen corporaciones de base nacional con un alcance tras nacional. Estas formulaciones son acompañadas de los datos que sustentan los enunciados y las formulaciones teóricas de Marx y Engels, del Manifiesto Comunista. La globalización es una amenaza efectiva, pero no es la realidad misma.
Para Meikins, la globalización no es una nueva etapa del capitalismo, sino que esta tiene una larga duración y responde a la lógica del mismo capitalismo. Vista desde la perspectiva de los convencionales sobre la globalización, esta tiende a percibirse como una era totalmente nueva, donde el capitalismo triunfante clausuro todas las alternativas. Vista la perspectiva desde Marx, como un proceso de largo plazo, la globalización aparece como algo profundamente contradictorio, que trae inestabilidades y nuevas posibilidades para la intervención política. El punto de partida, depende, desde donde se analice el fenómeno investigado.
La tesis de la globalización, que supone que el efecto es la formación internacional de capitales cada vez más unidos y todopoderosos, contra la cual, las fuerzas anticapitalistas serian impotentes. Pero en el examen de esta presunción, se encuentran inconsistencias. La globalización capitalista no es la antítesis de la competencia, sino que es su manifestación, “con la nueva era” no se erradicó la competencia entre los capitalistas, sino que por el contrario las agudizó y aparecieron nuevos jugadores en el terreno no pacificado del mercado.
La primera conclusión, es que la globalización, podría significar menos unidad capitalista. La universalización del capitalismo implica que las potencias globales, entran cada vez más en la competencia global, que las hace depender cada vez más de las exportaciones y las crisis de sobreproducción no cesan. La otra conclusión es que los trabajadores deben emprender luchas contra el capitalismo porque se encuentra abrumado en contradicciones internas. Lo que se presenta como una fortaleza de la globalización, es al mismo tiempo una debilidad.
III.¿El estado y la revolución?
Se repite, pero sin demostración certera, que los estados nación son irrelevantes ante la globalización. Esto significa para algunos que no queda nada por hacer, no existe un espacio real para las políticas socialistas, porque su blanco tradicional, el estado-nación, se ha desvanecido ante el poder global. Para otros, significa la lucha internacional. En ambos casos una política reconocible como propia de la clase trabajadora parecería fuera de toda posibilidad.
Los marxistas solían afirmar que el crecimiento del capitalismo alentaba el desarrollo de la conciencia de clase y la organización. La socialización de la producción y la homogenización del trabajo y la interdependencia nacional, supranacional e incluso global, por supuesto, creaban las condiciones para la emergencia de la conciencia de clase y organización masiva, con el internacionalismo como estandarte. Pero los desarrollos del siglo XX, fue socavada y para algunos directamente enterrada la clase y con ella su conciencia.
Los ex marxistas, en sus diversas variantes, buscan al nuevo sujeto revolucionario, que suplante como papel principal a la clase obrera. Las alternativas de los movimientos sociales son los nuevos paradigmas y nuevos sujetos. Este tipo de intelectualidad y sus afines, se puso de moda en este “clima de época” de la globalización que intentar dar un golpe casi nock out en el plano de la lucha por las ideas al marxismo. El amplio corifeo ideológico defensor de la globalización, son los que dicen, que si la clase trabajadora sigue todavía existiendo, existe, pero de manera más fragmentada que nunca. Y si se está en la izquierda, se plantea que no hay alternativa y que se debe plantear luchas particulares, luchas por la política de “identidades” y repudiar la lucha de clases de manera velada.
A partir de estos supuestos se desarrollan se emprenden dos caminos equívocos en la teoría y la política. Los localistas cuando analizan la situación a nivel internacional, balancean que es imposible organizarse de manera efectiva contra esta novedad. Concluyen que el capitalismo llego para quedarse, que no tiene sentido construir un movimiento político revolucionario. El planteo es que las luchas pasan por reclamos particulares y locales. La otra posición, supone que la lucha a nivel internacional es la central, en la cual toma sentido la disputa por una “ciudadanía global”, lo que suena como un “silbido en la oscuridad”.
La construcción sobre el sentido de la realidad social, por parte de los ideólogos y de ciertos “críticos” pasa por la apuesta en convencer a la sociedad y a la propia izquierda de dar la lucha en el campo de la fragmentación y las luchas corporativas.
La lucha de clases en las sociedades precapitalistas están dirigidos directamente contra los poderes de las jurisdicciones, políticos de señores y estados, en el capitalismo se ha trasladado hacia la empresa capitalista individual. El capital dentro de este capitalismo, se sirve de la superestrucutura política y jurídica para mantener la propiedad privada privadora, es en el ámbito de la organización y jerarquización de la producción en donde ejerce su poder directamente. Para Meikins las revoluciones se desarrollaron en procesos donde el Estado aparece como enemigo directo y se desarrollaron alianzas de clases entre los explotados, no fragmentados.
Meikins remarca la importancia sobre la persistencia del Estado, con fronteras nacionales, para mantener las condiciones de acumulación y competitividad en subsidios, la disciplina laboral y el orden social, para facilitarle el boliche a los capitales y para centralmente bloquear a los trabajadores.
El estado está en la centralidad con la agudización de la competencia. Para la autora el Estado Nación es el principal resorte de la globalización. En la capital del Imperio, se necesita de un Estado que mantenga la subsistencia y el orden social en caja. En la UE, cada estado nacional es el facilitador del cumplimiento de los severos ajustes, por lo cual el estado cada vez será más necesario para mantener el orden de la disciplina laboral, para la acumulación de capital y competitividad.
Para Wood, el Estado seguirá manteniendo un rol protagónico, pero también puede ir adquiriendo otros rumbos, como los estados en las periferias que se conviertan cada vez más locales y facilitadores de otros estados más poderosos de garantizarles un saqueo interno y también puede encaminarse hacia la conformación de estados regionales más amplios.
La misma clase obrera, puede llegar a convertirse en una unificadora de la lucha de clases, de otras fracciones de la propia clase, y otros aliados. A la lógica del capital internacional hay que oponerle una resistencia nacional y con renovado internacionalismo en apoyo mutuo de lucha contra los estados y el propio capitalismo.
A MODO DE EPÍLOGO
Releer a Marx y a Meikins en este “clima de época” posmodernos, abre un doble frente, por un lado, frente a los conversos, no solo es un acto de rebeldía, sino que además plantea blanco sobre negro, las contradicciones del capitalismo argentino siguen vigentes, que no le ofrecen una salida para adelante a las mayorías y que volver a recaer en estas estrategias, nos llevarán más temprano que tarde, a un callejón sin salidas para la clase obrera y las mayorías. Por otro lado, es abre una puerta a un diálogo y debate en el propio seno de la izquierda y el campo del pueblo, en no caer fácilmente en el libreto que imponen los conversos y aun el régimen, como agenda política central, pero evitando a su vez el sectarismo del dogmatismo de verdades casi tomadas como bíblicas.
Lo que la autora polemiza dentro del propio campo de la izquierda con los ex marxistas para EEUU y Europa, en el país tuvimos sus expresiones durante las últimas cuatro décadas, en dos versiones centralmente, luego de la derrota de los años 70. El libreto en común que tienen estos intelectuales son el lema en lo político, ser realista pidiendo el “arte de lo posible”, el posibilismo en los años 80 con José Arico y Juan Carlos Portantiero entre otros y más recientes con la designación de Populismo en Ernesto Laclau, que tiene una influencia política muy amplia en el movimiento popular: en el denominado Kirchnerismo, los Movimientos Sociales (estudiantes, feministas, movimientistas, ecologistas, desocupados, etc.), en la izquierda seguidista, en cierto guevarismo y aun en cierto trotkismo argento.
Como planteamos brevemente asistimos una época en donde las luchas están transitando por luchas particulares, corporativas y de “identidades”, camino minado por el discurso de los voceros del régimen y la no problematización política por parte de los sectores de la izquierda y aun más de los propios movimientos sociales. Sobre estas debilidades teóricas y políticas, el estado y su personal político mantienen la iniciativa y la dominación estable sin cuestionamientos reales.
La lucha por el poder del Estado, con reformas como tácticas y no como estratégicas sigue más vigente que nunca. El estado es el garante en el ámbito de la producción, la acumulación y el disciplinamiento a través de la fuerza. A su interior se disputan las fracciones dominantes locales e internacionales, por el embolso del dinero. La globalización necesita del estado nación para realizar sus ganancias no es una entelequia. La lógica internacional del poder de los países centrales imponen los lineamientos a los intermediarios de la “burguesía pungadependiente” que acatan cumpliendo el programa del FMI como asistimos en la actualidad del país.
La alianza de la clase obrera, con sus diversas extracciones y los movimientos sociales, podría ser el intento de pasar a otra etapa menos desfavorable en la correlación de fuerzas. El principio unificador no pasa por el simple amontonamiento sin principios y sin tocar cuestiones de forma y contenido, sino que debería cimentarse sobre un debate sin facilismos en las chicanas y sobre una unidad en la acción en común en los enfrentamientos. La diversidad es una fortaleza muy relativa, sino se condensa lo que existe en común, que son el mismo enemigo y las tareas políticas y teóricas pendientes.
Bibliografía
Atilio Borón “Imperio & Imperialismo. Una lectura crítica de Michael Hardt y Antonio Negri” FLACSO 2004. 1 Edición 5 reimpresión
Ellen Meiksins Wood “Trabajo, clase y estado en el capitalismo global”.
Eduardo Sartelli Prologo a una ¿Politica sin clases? Ediciones ryr
Ken Hirschkop “Una marxista politica: Ellen Meikins Wood, 1942-2016” en Radical Philosopy, mayo junio 2016.
Vivek Chiber Obiturario 20-1-2016 http://www.versobooks.com/blogs/2433-an-obituary-by-vivek-chibber-for-ellen-meiksins-wood