Por Eduardo Ibarra
La teología, entendida como el inicio de los tratados políticos, establece los principios de la construcción de poder y de la forma en cómo se ejerce, al tiempo que desvela el mecanismo por el cual se organiza la sociedad. Tanto en su inicio organizacional primogénito como en las situaciones de caos y desorden.
Fue el filosófico francés René Girard quien comprendió al rito sacrificial como ese mecanismo esencial para el reordenamiento social, que opera desde la antigüedad hasta el presente.
Más allá de los límites del abordaje metafísico, esta forma de ordenamiento se encuentra descrito tanto en los mitos griegos como en los preceptos bíblicos. El relato sobre la crucifixión de Cristo contiene características propias de la cultura helénica.

Si comprendemos que el rito forma parte de la política secular actual, toda las crisis llevan implícita la necesidad de encontrar al portador responsable de los males que afecta a la sociedad, en cuyo proceso sacrificial es el propio sacrificado que, posteriormente a su muerte, real o simbólica, se transforma en un deidad presente en el nuevo orden.
Dentro de esta lógica ritual la condena a Cristina Kirchner a seis años de prisión, confirmada por la Corte Suprema de Justicia, implicaría la metamorfosis de la candidata política en símbolo ideológico.
En este sentido es la propia trayectoria política de Cristina la que demuestra que su rol, como líder del peronismo, y como representante de un proyecto político contrario al modelo de la derecha gobernante, se fue deteriorando ante una sociedad que no encuentra en su figura una respuesta acorde a la crisis actual que padece.
Al igual que en los mitos griegos, donde se mata al hombre para que surja el Dios, la prisión de Cristina es la transformación del candidato en un símbolo, que a diferencia de cualquier político no necesita rendir cuenta de sus actos, ni someterse a los vaivenes electorales.
El peronismo ha sabido recrear y reformular su mitología, ya sea con su inicio fundante en 1945 como un movimiento no partidario, a pesar de construirse como partido de Estado, o como representante de las clases trabajadoras, a pesar de ser un partido de la gobernabilidad y de la armonía entre explotados y explotadores.
A partir de ahora se abre el interrogante sobre sí Cristina logra construir un nuevo mito que revierta la situación decadente del peronismo, o si forma parte del final de una etapa histórica.